El presidente de España, Pedro Sánchez, sorprendió a todos al anunciar que suspendía su agenda oficial y se tomaba hasta el lunes para pensar la decisión de dimitir o continuar gobernando. Políticos, periodistas y jueces, todos están entregados a la especulación.
Tomó esta decisión después de que un juez admitiera a trámite la denuncia en contra de su esposa Begoña, a quien acusan de corrupción y tráfico de influencias. Acorralado por los negocios turbios de su esposa, por una investigación de corrupción en la compra de mascarillas durante la pandemia y otra investigación judicial que involucra a Marruecos, Francia e Israel por espionaje a sus teléfonos, el presidente busca una salida.
Las alianzas pactadas para gobernar, a pesar de haber perdido las elecciones, le obligaron a indultar a presos acusados de corrupción y rebelión, a cambiar el código penal, aprobar una ley de amnistía a gusto de los condenados y, por último, el prófugo Carles Puigdemont amenaza con dejar caer al gobierno, quitándole sus votos, si no es restituido como presidente de Cataluña.
Hay dos pronósticos principales para el lunes. Según el primero, el líder socialista dirá el lunes que no puede permitir que la derecha se tome el país y que seguirá gobernando, pero propondrá alguna forma de control sobre los jueces y la prensa. Todo sería una operación política para desviar la atención de los casos de corrupción.
El segundo pronóstico sostiene que no saldrá fácil del problema en que se ha metido, que es posible que bote la toalla a cambio de que se archiven las investigaciones y que dimita dejando todo amarrado. Esta salida considera la posibilidad de que haya asuntos más graves que no han sido revelados todavía.
Los separatistas vascos y catalanes, de quienes depende su permanencia en el poder, no le dejarán que dimita porque saben que no tendrán otra vez un presidente sometido a sus caprichos. Sánchez es ya aliado de los que buscan la destrucción de España y la democracia.
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