El percance y sus conclusiones…

Mar 30, 2024

Después de casi un par de horas “flotar” en el tren bala, yendo de Kioto a Hiroshima, en la gran terminal, medio adormitados, con mi esposa descendimos con nuestras maletas y mochilas, y ya en el taxi me percaté que mi celular Apple no estaba en el dispositivo de mi cinturón donde habitualmente lo porto. Deduje de inmediato que se me quedó en el citado tren, aunque no en los asientos, los que revisamos al levantarnos; por lo que atribuí a que luego de usarlo con su GPS de Google, se me enredó y “chorreó” desde mis gruesos abrigos al espacio intersticial de los dos asientos, cayendo al alfombrado piso.

Usando nuestra reservación en el Hilton de Hiroshima, informamos a un ejecutivo el percance y él apersonándose tomó nota y sentenció: “Aquí en Japón no se pierde nada, en unas horas estará el celular en sus manos”.

Reunidos con otros compañeros y atletas del grupo, un matrimonio que reside en Miami y obviamente domina el idioma inglés -que en Japón es una 2da. lengua- me sugirió que mejor vayamos al terminal central, porque en el Apple de mi esposa, haciendo uso de la función “Encontrar” que mutuamente tenemos instalada, vimos que mi celular se había movido del terminal y extrañamente estaba detenido cerca, en la ruta del tren.

Así lo hicimos usando un taxi del hotel, con un diligente conductor quien pese a su poco inglés, y mínimo español, se enteró de lo ocurrido y viendo en el celular de mi esposa la ubicación del mío extraviado, nos dijo que ese sitio era un área de mantenimiento y aseo de los trenes y quedaba a una media hora de distancia. Aprobamos ir allá y llegados al lugar vimos multitud de trenes, pero el guardia nos impidió ingresar, pese a que mostrabamos el celular de mi esposa donde aparecía la ubicación del mio precisamente ahí; por ello, él nos sugirió que en la terminal donde arribamos obtengamos una autorización de ingreso. Así lo hicimos y ya en esa inmensa instalación nos derivaron al departamento de Turismo, donde una joven dama con su dominio del inglés y el perfecto de mi diligente amigo, tomó nota e hizo unas llamadas, hasta que al recibir una, dijo: ¡Su teléfono ya está en nuestras manos!

Llenó formularios, fotocopió mi pasaporte, firmó su superior y retornamos al sitio antes mencionado, donde el mismo guardia nos autorizó a subir a un 2do. piso de la administración, donde un par de sonrientes japoneses me entregaron mi celular. Desde nuestro arribo, hasta la recuperación habían pasado unas 3 horas y dos carreras de taxi. Notifiqué al hotel la buena nueva, lo mismo que a los otros compañeros de viaje, retornando mi tranquilidad y mi uso de ese ahora imprescindible artefacto.

Concluyo: Me sucedió esto en otro muy admirable mundo, el que  contrasta al nuestro, dado que unos días antes de viajar, en nuestra Manta querida, sufrí el hurto de mi anterior Apple desde el interior de mi vehículo, mientras inclinado yo ponía aire a la llanta posterior derecha. Por ello, con estas letras semanales con las que desde hace unos 40 años vengo aportando a esta comunidad, seguiré procurando el gran cambio que necesitamos para poder vivir como en la sociedad japonesa que relato y tambíen en la de Corea del sur, donde terminó este fructífero viaje al verdadero primer mundo que son esos paises; lo que relataré en mi próxima nota. Gracias.



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