No se ve la salida. La crisis no es solo la violencia; también hay crisis económica, política y social. Tanta gente en pobreza extrema, sin alimentación adecuada, sin medicinas, sin empleo, mientras los políticos roban por miles de millones, como demuestran las investigaciones y los juicios; es intolerable. La paz social, en estas condiciones, es un milagro.
La salida no es cambiar de gobierno; todos son iguales, todos tienen los mismos síntomas y producen los mismos resultados; tienen tres fallas de origen que no quieren o no pueden corregir: están enemistados con la verdad, son depredadores de la riqueza nacional y tienen tendencia irreprimible al autoritarismo.
La verdad ya no interesa, vivimos de relatos oficiales; no solo del gobierno, también de los partidos, de las élites, de los sindicatos, de los líderes sociales. Los políticos ansiaban espacio en los medios de comunicación, ahora los rehúyen porque es más cómodo lanzar una versión por sus redes sociales, con eco en los medios, para consumo de la muchedumbre.
Nadie sabe cuánto del presupuesto se va en corrupción, pero los gobiernos se gastan cada año más de 30 mil millones solo en mantener la burocracia y en prestar pésimos servicios. Figuras como Velasco Ibarra o José Mujica, testimonios de honradez, son anomalías políticas para la anécdota. Partidos, cargos y representaciones son artículos de comercio.
No hay gobierno que no busque el control total del poder. Empiezan por armar mayorías legislativas con políticos trashumantes, luego buscan poner a su servicio los organismos de control y terminan dominando la justicia. Alcanzan el poder cuando terminan su mandato o nunca lo alcanzan, así tenemos mandatarios autoritarios, inútiles o frustrados.
Solo queda esperar la explosión de la violencia, una tragedia irreparable como la quiebra de la seguridad social o simplemente que empiece el hambre; entonces se buscará algún remedio desesperado para poner fin al festín. La salida se ve cada día más lejos.
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