Los aranceles anunciados por el Gobierno de los EE. UU. son posiblemente el más craso error en política económica y en política internacional que ese país ha cometido en muchas décadas.
Contrariando lo que la teoría económica dice y lo que la experiencia histórica demuestra, la imposición de los aranceles produjo de inmediato la reacción en los mercados bursátiles, produciendo una pérdida de valor gigantesca, que afecta a millones de personas.
Nunca he visto a los economistas del planeta estar tan de acuerdo en algo como en esta ocasión. Todos, de todas las tendencias, coinciden en que son absolutamente negativos para los EE. UU. y para el mundo.
Las consecuencias para el PIB mundial y el de los EE. UU. son clarísimas: la riqueza disminuirá, el bienestar disminuirá, la gente pagará más caro por las cosas que consume y el nivel de vida será inferior que con libre comercio.
Hay dos cosas que debemos meditar que van más allá del impacto económico que ha sido abordado por todos los noticiarios, columnistas, analistas y medios de comunicación: 1. La credibilidad de los EE. UU.; 2. Los errores burdos en los supuestos usados para la medida.
Son los EE. UU. quienes liderando al mundo promovieron la globalización. Son ellos los que empujaron a la maravillosa producción global, que ha dado lugar a una muy eficiente fabricación de autos, de productos electrónicos, chips, etc. Y ese mismo país, que empuja al mundo a hacer multimillonarias inversiones para lograr que ese esquema se consolide y produzca un gigantesco aumento del comercio internacional, es el que ahora, de la noche a la mañana, desbarata completamente el esquema construido por décadas y con tanto esfuerzo. Esto mina completamente la credibilidad de los EE. UU. como líder de Occidente, y líder mundial, y encarrila a los países del mundo a buscar unirse para “protegerse”, lo cual puede incluir buscar alternativas al sistema monetario internacional. Esto sería gravísimo para los EE. UU., pues ese sistema ha sido muy ventajoso para esa nación. Esto no ha sido considerado en los análisis de quienes han producido o recomendado el esquema de aranceles reciente.
Adicionalmente, cuando analizamos las cifras que se usaron como justificación vemos que son absurdas y totalmente alejadas de la realidad. Se dijo que la Unión Europea tiene aranceles del 39 % sobre productos de los Estados Unidos, cuando la realidad es que el arancel promedio ponderado de la UE para productos de EE. UU. es del 1 %. ¿De dónde salió la barbaridad del 46 %? Respecto a Japón, se dijo que tenía aranceles del 46 %, cuando el promedio ponderado es del 3,2 %. ¿Cómo pueden tener los asesores o hacedores de política económica cifras tan descabelladas? ¿Cómo se puede hacer un ridículo tan grande sin perder credibilidad?
El mundo está amenazado con un tremendo retroceso y todo por no entender que el déficit comercial de EE. UU. resulta finalmente del ahorro-inversión. Ese país ahorra el 18 % del PIB, China más del 40 %. Eso es todo. No se puede buscar la explicación de la fiebre, de la hora a la que sale el sol o de la altura de una palmera en la playa.
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