La furia digital en campaña

Abr 6, 2025

Por Heidi Galindo

Es temprano en la mañana, te acomodas en tu esterilla para escuchar una meditación guiada, te dispones a calmar tu mente… cuando, de repente, ¡zas!, irrumpe un mensaje incendiario: “Luisa te desdolariza” o “Noboa es responsable del derrame de petróleo en Esmeraldas”. Veredictos algorítmicos estridentes diseñados para encender la indignación. Así, las elecciones en Ecuador se han transformado en un espectáculo de agresividad digital, un duelo de consignas que, como ecos en una caverna digital, se repiten hasta el absurdo. ¿Realmente estamos condenados a consumir una política tan vacía, o es acaso lo que obtenemos por no pagar YouTube Premium?

No es un secreto que las plataformas digitales favorecen el conflicto. La furia genera interacciones, y estas se traducen en visibilidad. Los equipos de campaña lo saben y alimentan esta maquinaria con mensajes explosivos, fragmentos de discursos diseñados para dividir más que para persuadir. La polarización, aunque destructiva, puede eventualmente encontrar puntos de convergencia, un lugar donde las diferencias se reconozcan y se gestione el desacuerdo. Pero el odio, cuando se institucionaliza, no solo bloquea el entendimiento, sino que lo reemplaza por la lógica de la eliminación del adversario. El problema no es solo de los candidatos, sino de un sistema que privilegia el escándalo sobre la reflexión.

Mario Cuomo, quien fue gobernador de Nueva York, solía decir que “se hace campaña en poesía, pero se gobierna en prosa”. No se refería solo al lenguaje, sino a la sustancia misma del ejercicio político: la campaña es el reino de los sueños, de la esperanza, de las promesas inspiradoras, mientras que el gobierno es la administración de lo real, con todas sus limitaciones y dilemas. Sin embargo, en Ecuador el lirismo electoral brilla por su ausencia. Si la poesía de campaña es la promesa de un país mejor, aquí solo queda la métrica de la agresión. Para cuando llegue la prosa del gobierno, ¿qué quedará? ¿Un país atrapado en la crispación, sin espacio para la reconstrucción?

“Divide y vencerás” sigue siendo una táctica de vieja data, sin embargo, es imperativo desterrar la noción de que el líder de turno encarna una salvación providencial; cuando su mandato concluya, no será él quien herede las fracturas, sino la propia ciudadanía, obligada a lidiar con las secuelas de la discordia. La reconstrucción solo será posible cuando el país deje de buscar redentores y empiece a forjar acuerdos desde su diversidad.



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