Edna Iturralde, dentro de la literatura ecuatoriana y latinoamericana – lo señalo sin chauvinismo de ninguna naturaleza – es una de las escritoras más importantes de literatura para niños y adolescentes. Lo es, cuantitativamente por su extraordinaria producción literaria – setenta obras publicadas y muchas de ellas con varias reediciones – y cualitativamente porque su escritura sustentada en una poderosa y versátil imaginación, fomenta especialmente en los niños también el vuelo de su imaginación y fantasía y el crear y explorar nuevos mundos, proyectando sus propias y auténticas fantasías; porque casi en forma didáctica – no sé si planificadamente, me parece que sí, porque es una escritora con oficio y una gran educadora docente – les proporciona conocimientos sobre problemas importantes del mundo como los desplazamientos y migraciones por las guerras, por ejemplo; la ciencia, la historia, la geografía y la naturaleza, para citar algunos aspectos, de forma clara, accesible y entretenida; porque a través de sus historias les insufla y reafirma valores esenciales en el comportamiento humano como la amistad, la lealtad sin incondicionalidad alguna, el respeto a los demás sin discriminaciones de ningún tipo, la honestidad a prueba de todo, el amor a la naturaleza y su cuidado permanente para la sobrevivencia de la humanidad, mediante tramas magníficamente hilvanadas y con personajes con los que los niños y adolescentes pueden identificarse inmediatamente; y, porque con el lenguaje claro, inteligible y amplio, de sus obras, los niños y adolescentes lectores pueden mejorar su vocabulario, su gramática y las habilidades de comprensión lectora para el aprendizaje académico. Y hasta se podría agregar que, en suma, la literatura escrita por esta gran escritora no sólo puede proporcionar entretenimiento y diversión a los niños y adolescentes, si no que fomenta en ellos el hábito de la lectura tan escaso en este tiempo en nuestro país y en nuestra Latinoamérica. Igualmente, porque lo he experimentado, en los lectores adultos.
Al hablar de la obra de Edna Iturralde y recordando algunas de sus obras que he leído, vuelve a mi memoria la obra titulada “Corazón” del autor italiano Edmundo de Amicis, que leí cuando tenía unos diez años y que cuenta la historia de un niño italiano llamado Enrique alumno de una escuela de la ciudad de Turín, suscitada a fines del siglo diecinueve, a través de la que narra la actividades cotidianas en una especie de diario, de éste niño con sus compañeritos, sus maestros, los padres de familia, sus juegos y sus lecciones, a lo largo de un año escolar, resaltando valores como la amistad, la afectividad, el patriotismo, la solidaridad, la lealtad y la responsabilidad de los maestros. Y, del contar y apreciar sus experiencias, a grandes rasgos uno podía advertir lo que era la sociedad italiana y, en general la sociedad europea, de fines de siglo y a las puertas de la primera guerra mundial. Esto último, lo comprendí mediante la explicación que me dieran mis padres – los dos grandes lectores – sobre lo que pasaba en Europa y lo que sobrevendría posteriormente. “Corazón” se publicó en su primera edición en 1.886.Y, no puedo dejar de recordar, a grandes escritoras como Selma Lagerlöf, de nacionalidad sueca, nacida a fines de 1858, Premio Nóbel de Literatura en 1909, novelista, cuentista biógrafa, poeta, traductora, escritora de literatura infantil y maestra de profesión, con una producción literaria de casi cincuenta obras. Su obra paradigmática se titula “El maravilloso viaje de Nils Holgersson”, uno de los clásicos de la literatura para niños y adolescentes. Es la historia de un niño vivaz, imaginativo y audaz, que luego de ser reducido por un duende a un tamaño pequeñísimo recorre toda Suecia en la espalda de un ganso salvaje y va contando en forma divertida los aspectos geográficos más importantes de su país, como sus montañas, llanuras, lagos, bosques e islas. Como la autora era una magnífica maestra encontró esta forma pedagógica para enseñar a los niños suecos su geografía. Con la distancia del tiempo y los recuerdos, – Selma Lagerlöf nace en 1.858 y Edna Iturralde en 1.948, apenas noventa años de diferencia – hago este paralelismo entre la autora sueca y la ecuatoriana, porque entre las dos hay muchos aspectos similares que se derivan del talento creador de ambas, de la persistencia en el trabajo escritural, de la predilección por escribir literatura para niños y adolescentes, de la forma y estilo educativo con que estructuran sus novelas y cuentos y de la gran producción de libros escritos y publicados. Y, por cierto – lo digo una vez más sin ningún patrioterismo – por un sentido de justicia, cómo que deberíamos estar en presencia de un Nóbel para una gran escritora ecuatoriana, verdad?.
No me cabe la menor duda de que Edna Iturralde está a la altura de grandes escritoras de este género como la italiana Elisabetta Dami, que siempre ha escrito con el seudónimo Gerónimo Stilton, la española Laura Gallegos Garcìa, la inglesa Enid Blyton, la sueca Marìa Gripe que en 1.974 se hiciera acreedora al Premio Cristian Andersen y la inglesa Joanne Rowling, más conocida como J. K. Rowling, autora de la saga de “Harry Potter´ quizás la más conocida y la más leída en estos últimos años en el mundo. En general la obra literaria de la ecuatoriana Edna Iturralde brilla por su gran calidad estética, porque está escrita con mucho vigor narrativo, por la belleza de las imágenes que describe y proyecta, por la multiplicidad de ideas que genera en el lector infantil, porque de una u otra forma, en la mayoría de las historias que narra siempre hay una gran dosis de realismo, excepto en los relatos fantasiosos y ficcionales; porque está escrita con un vocabulario rico, espléndido e incitativo; porque expone una argumentación orgánica coherente que mantiene la intriga, la curiosidad del lector y el aliento sostenido de la narración; porque desarrolla diálogos, conversaciones y puntos de vista entre los personajes suscitando el interés en la lectura; y porque indudablemente su narrativa trasmite mensajes emotivos y de mucha frescura que inducen a los niños y adolescentes a razonar sobre lo leído, sobre los personajes y sus virtudes y defectos, sobre la historia en si mismo y, finalmente, a sacar sus propias conclusiones.Siempre es bueno para la literatura de nuestro país que cada vez más escritores presten atención a la literatura para niños y adolescentes y escriban para ellos. Estimo que ahora se le da, de alguna forma, una gran importancia a este tipo de literatura, porque se ha comprendido que también los niños son protagonistas dentro de la historia de la humanidad y dentro de nuestras vidas. Por cierto que este tipo de literatura no es nueva en la historia de la literatura. Viene desde hace mucho tiempo en donde reyes, reinas, príncipes, magos, brujas, animales, bosques y plantas, principalmente, eran los actores de las historias y tramas para niños. La figura de la abuelita o del abuelo contando cuentos y recitando poemitas a sus nietos, fue siempre una presencia inolvidable en esa relación niña o niño y narración o poesía. También la de la mamá o la del papá en estos menesteres. Siempre he creído y creo que la literatura verdadera es quizás la mejor maestra de lo que como seres humanos debemos aprender. La ficción que la sustenta, – cuando no se trata de una literatura testimonial – siempre ha sido, es y será el fruto de alguna realidad vivida. Tal vez con algunos matices que la diferencien de los acontecimientos reales. Pero siempre, sobre la base de esa realidad ocurrida. No pretendo otorgarle a la literatura una responsabilidad social y docente, pero estoy seguro de que con la literatura aprendemos muchísimo. Pienso que en general, la literatura y el arte, cuando son genuinos, auténticos y verdaderos entrañan profundas enseñanzas. La literatura para niños y adolescentes, desde mi punto de vista, es de gran responsabilidad en su exposición, principalmente a los pequeños lectores. He creído y creo que un gran escritor es el que escribe con claridad y sencillez, para poder llegar al mayor número de lectores. Y allí pienso inmediatamente en la escritora Edna Iturralde y su obra. Lo expreso porque hay autores que se especializan en rebuscamientos semánticos para tratar de darnos la impresión de que son grandes y talentosos. Son, por supuesto, los menos y casi no leídos. Escribir de esa manera para niños y adolescentes es aberrante. No nos olvidemos de que el mundo del niño y del adolescente es sumamente complejo, porque el niño o el adolescente, en el transcurrir del día a día, se están introduciendo en algo desconocido que le presenta a cada momento facetas inesperadas, nuevas, inusitadas, inimaginadas, vitales, pero interesantes por donde se las mire. El niño y el adolescente, en ese día a día están aprendiendo, y mentalmente, analizando lo que aprenden, desde sus códigos infantiles y sus ya primeras preguntas complicadas. Es verdad que ahora, los niños viven en un contexto lleno de información a través de la radio, la prensa, la televisión, la publicidad que les llega de todas partes; y como es evidente, se enteran muy pronto de lo que ocurre en el mundo. Conocen inmediatamente de la guerra, la violencia, la droga, el sexo, la muerte. Por ello, se hace mucho más difícil escribir para niños, porque frente a la dura realidad que viven por todos estos mecanismos tecnológicos de información, la escritura está encaminada (o debe estar encaminada) a regresarlos a su mundo de niños; a buscar que sus pensamientos y sentimientos infantiles no se frustren ni se enfermen. Para mí, los escritores que escriben para niños y adolescentes son los baluartes de la literatura. Señalo esto porque estimo que la obra de Edna Iturralde está en esa talla. Su trabajo literario cumple con los cánones más severos de este tipo de escritura y su aporte a la literatura de nuestro país y de América Latina – y por qué no decirlo, del mundo, – con su literatura para niños y adolescentes es de gran dimensión y significado,
¨Las Islas donde nace la Luna¨, es una novela con un título sugestivo, que en su historia, se asienta en un maravilloso fresco natural que son las Islas Galápagos conocidas en el mundo como “Las Islas Encantadas”. Un mágico mural que le dá textura y telón de fondo al argumento, para que se desarrollen todas las acciones, diálogos y aventura, a través del sueño mágico, que en un momento de descanso tienen, las dos personajes principales -dos hermanas gemelas – que llegaron a las islas huyendo del conflicto armado de Colombia y que sienten el impulso irresistible de salvarlas frente a los peligros que acechan contra su naturaleza y sus animales. No voy a repetir el argumento porque hay que leer el libro, pero puedo señalar, que se trata de una novela que apasiona, conmueve y motiva, de principio a fin.
He puntualizado estas premisas porque, en esta novela de Edna Iturralde, responden a este objetivo fundamental de la literatura para niños y adolescentes. Buscar que esos niños y adolescentes sean precisamente niños y adolescentes, con su frescura, su ingenuidad, su ternura y su curiosidad. Es una historia en la que los valores más importantes del ser humano están presentes: el amor filial, la solidaridad, la amistad, la verdad, la valentía, la fraternidad, la aventura de huir aún con sus riesgos, la adaptabilidad, la defensa de la naturaleza y de la vida planetaria. Si una narración literaria de esta naturaleza puede ser formativa, sin perder, por supuesto, su gran valor literario, es ésta, planteada en ¨Las islas donde nace la Luna¨. Cómo un niño o un adolescente no va a aprender y entender el significado de todos esos valores, expresados en la escritura de Edna Iturralde de una forma tan sutil, hermosa, alegre, y tierna en muchos pasajes de la trama?, Por ello, también resulta difícil escribir para niños y adolescentes, porque al encontrarse en una etapa de su vida extremadamente delicada en cuanto a proceso de formación personal, ya que están desarrollando su imaginación, su sensibilidad, su comprensión de la vida; esa literatura si no está bien estructurada y escrita puede ser desafortunado para los niños. Yo encuentro en esta novela como eje fundamental una escritura adecuada y bien trabajada literariamente, resaltando los valores personales de una buena condición humana, para que el ser planetario siempre tenga como una meta el desarrollarlos y fortalecerlos en el transcurso de su vida. Y pienso que, además de esto, esta novela de Edna Iturralde propicia dentro de ese reencuentro del niño o el adolescente consigo mismo, el despertar de muchas inquietudes, y fundamentalmente, el despertar a la belleza en todo su contenido: la belleza de la naturaleza, la belleza del ser humano aún con sus malestares y dolores, la belleza de la vida, y, por qué no decirlo, la belleza del conocimiento y del aprendizaje. Literatura escrita y desarrollada con gran maestría de nuestra querida autora, que sirve poderosamente también a una formación en el hábito de la lectura y, a una formación ética y estética del niño y del adolescente, con el objetivo de forjar una sensibilidad siempre proclive a las mejores causas.
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