El regreso de Donald Trump al poder refleja un cambio profundo en la dinámica global. En un contexto donde las ideologías tradicionales ceden ante relatos más flexibles y emocionales, Trump ha logrado conectar con amplios sectores de la sociedad estadounidense gracias a su habilidad para construir narrativas que resuenan con las preocupaciones de su base electoral. A través de plataformas digitales, ha forjado un discurso que desafía las estructuras políticas convencionales, posicionándose como una respuesta inmediata a los temores y deseos de sus seguidores.
A diferencia de otros líderes populistas, Trump no se limita a simplificar los problemas sociales. Su lema America First no es solo una expresión de nacionalismo, sino un enfoque que desafía el multilateralismo y pone los intereses nacionales por encima de los globales. Este mensaje se alimenta de una retórica que promueve una visión de regreso a un pasado idealizado, de mayor bonanza económica. Aunque su mensaje se presenta como un llamado a la clase trabajadora, en la práctica apela a la desconfianza hacia lo extranjero y refuerza intereses conservadores.
Mientras tanto, el progresismo norteamericano, a pesar de sus constantes promesas de transformación social y equidad, no ha logrado abordar las preocupaciones fundamentales de la población. Su incapacidad para frenar la creciente desigualdad económica, sumada a la polarización interna, ha alejado a votantes clave y debilitado su apoyo político, a pesar de la relevancia de sus propuestas de justicia social
¿Qué implicaría una nueva presidencia de Trump para el mundo? La continuación de un rechazo a los consensos globales, especialmente en el cambio climático y el multilateralismo, que ahora parecen más una carga que una oportunidad. Y, como de costumbre, el calentamiento global seguirá siendo un mito mientras que las tarifas arancelarias son la verdadera estrategia para salvar el planeta.
Al final, la “infocracia” de Byung-Chul Han sigue marcando el pulso de las democracias contemporáneas, Trump es un ejemplo paradigmático de este fenómeno. En un entorno saturado de datos, las narrativas emocionales y polarizadas toman la delantera, eclipsando los debates basados en hechos verificables. Las democracias de hoy, por tanto, se transforman en escenarios donde la verdad se desvanece. Las decisiones derivadas de esta distorsión podrían redefinir el poder global y alterar el orden internacional tal como lo conocemos.
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