El emperador romano Julio César se divorció de su esposa Pompeya porque las habladurías sobre ella podían afectar sus futuras aspiraciones políticas. Él fue quien acuñó la frase que con alguna modificación se hizo famosa: “La mujer del César no solo tiene que serlo, sino parecerlo”.
El presidente Daniel Noboa se divorció de su vicepresidente Verónica Abad y las habladurías pueden afectar sus futuras aspiraciones políticas. Las maniobras desesperadas para deshacerse de la vicepresidente pretenden evitar que asuma la presidencia cuando deba pedir licencia para dedicarse a la campaña electoral. Nunca ha explicado al país las motivaciones del rechazo al binomio que él eligió.
Ante la prensa internacional tildó a Verónica Abad de correísta y desleal, sin más explicaciones. El gobierno y sus entusiastas partidarios, con alguna torpeza, ensayan públicamente las más disparatadas propuestas para resolver el problema, desde negar que se trate de una reelección, aunque sí hubo elección, hasta asegurar que “sería nefasto que asuma el poder” la vicepresidente porque “no comparte la visión del presidente”.
Todas las soluciones propuestas chocan con la Constitución y el Código de la Democracia, pero no parecen dispuestos a transigir, al final intentarán una interpretación forzada por una de las tres vías posibles: el propio Presidente, el Procurador de la nación o la Corte Constitucional.
Plantearse la posibilidad de cumplir un capricho pasando por encima de la ley revela una tendencia autoritaria que puede cobrar un alto precio. Los menos reflexivos, la masa de los ciudadanos de reacciones emocionales, puede inclinarse a favor de la víctima y los ciudadanos más reflexivos pueden recelar del autoritarismo.
Según los historiadores, Pompeya nunca traicionó a César como aseguraba la maledicencia, pero el emperador, creyendo que podía perjudicarle, se divorció y se fue a España asegurando que no basta con ser, hay que parecer. La historia no cuenta el destino ulterior de Pompeya.
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