Después de las bárbaras matanzas en las cárceles ecuatorianas nos dijeron que ya estaba bajo control militar y que todo va bien, pero nada va bien; la violencia continúa dentro y fuera de las prisiones y la narrativa oficial dice que una parte es percepción y otra parte obra de los adversarios del gobierno.
El impuesto del 15% en todas las ventas y las compras eleva los precios de los productos y reduce el poder adquisitivo de los ecuatorianos pues al impuesto se suma la especulación. El relato oficial dice que todo va bien porque los productos de primera necesidad no pagan impuesto y exhibe una lista de productos que pagarán un impuesto reducido.
En el Consejo de Participación Ciudadana acaban de descubrir que la presidenta del organismo “no estaba a la altura del cargo” y que “se agarraba como garrapata al sillón”; pero ya todo va bien porque uno de los consejeros cambió de bando y una nueva mayoría acaba de nombrar un nuevo presidente.
En el municipio de la capital se ha producido nuevamente un deslave que ha costado una vida y pérdidas materiales en el sufrido sector de La Gasca, igual que hace tres años. Pero nos dicen que ya está bajo control y que todo va bien. En todos los casos la versión oficial describe un país donde todo va bien.
La política apela siempre a dos sedantes para la desgracia: identificar enemigos que carguen con la culpa y crear relatos que mantengan viva la esperanza. El gobierno está en una etapa crítica que necesita de los dos paliativos para sostener el apoyo ciudadano, al menos hasta la consulta popular.
El coraje de la fiscal Salazar, inédito en nuestra política de observadores corruptos o cobardes en los organismos de control, ha puesto en alerta a todos los políticos, a los jueces corruptos, a los periodistas pervertidos y a los vividores de los recursos del Estado. Nadie sabe cuántas inmundicias más revelará la fiscalía, pero el partido de gobierno, que es un partido sin historia, se muestra tranquilo y cauteloso.
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