Por Lolo Echeverría
Esta semana ha hecho las delicias del correísmo y el noboísmo; han logrado lo que tanto querían: ganar la primera batalla en la guerra por la conquista de la justicia, se han tomado el Consejo de Participación Ciudadana y el Consejo de la Judicatura; enseguida empezarán a colocar a sus jueces en los puestos clave y a repartir premios y castigos a los que ya estaban.
¿Mala o buena noticia? Depende. Para los seguidores de Correa es buenísima, basta darse cuenta de que ya han elevado el tono de voz y ya vuelven a hablar del retorno del líder. Para el gobierno no se sabe porque depende de dos factores: que le crean cuando siga tratando de polarizar entre correísmo y anticorreísmo y de cómo piensen meter cuatro manos en la justicia.
Los seguidores de Noboa estarán divididos entre los perplejos y los pendejos. Los incondicionales estarán perplejos, sin entender de qué forma le pueda convenir al presidente y a la campaña ir en binomio a gobernar la justicia. Pendejos se sentirán los que le apoyaban solo por miedo a Correa.
Durante una década estuvo en los jardines del Palacio Legislativo una escultura de Émile Peinot llamada la lucha eterna; un rollo de furia y músculos realizada en bronce para simbolizar la lucha entre el bien y el mal. Entra también en el conjunto escultórico un dragón, tal vez símbolo del diablo.
Esa escultura serviría también para representar la lucha perpetua entre Ejecutivo y Legislativo por controlar el Poder Judicial, que bien pudiera estar representado por el pobre diablo que se retuerce debajo de los dos luchadores colosales. Por falta de vencedor hay un acuerdo temporal.
Nuestra política siempre tiene novedades. Ahora parece que los acuerdos iniciales de gobernabilidad eran reales y los desacuerdos para la campaña electoral son ficticios. Si han decidido compartir el control de la justicia, debe haber mutuas concesiones confidenciales. Noboísmo y correísmo juntos significa una novedad política que quizá se llame el noborreísmo
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