Este jueves la selección de fútbol de Ecuador juega contra Argentina. Lo hará tras una muy sufrida clasificación al empatar con México y de cuyos ecos uno se viralizó y fue el que más llamó la atención: la pelea, sin golpes, de los jugadores ecuatorianos Caicedo y Gruezo, por un asunto no aclarado y sí zanjado con, cito, “son cosas que pasan en el fútbol y que en el camerino terminan”. Ojalá sea cierto. Siguiendo, en el mismo ámbito, no faltaron periodistas, comentaristas y analistas que han dicho que a Ecuador “ahora le toca bailar con la más fea”. Ninguno recordó las palabras de un ex entrenador del combinado nacional, el “Bolillo” Gómez, cuando decía que frente a los desafíos más difíciles lo que se recibe es la “posibilidad de bailar con la más bonita”, en este caso con la reinante campeona del mundo y de América.
Hace poco una atolondrada periodista extranjera, artista y activista política, fue despojada de su visa ecuatoriana. Ella ultrajó y se burló del himno nacional del Ecuador. Colegas y algunas entidades periodísticas han condenado la determinación gubernamental invocando el respeto a la libertad de expresión y de la inexistencia legal sobre los símbolos patrios. Estoy en desacuerdo con esas opiniones porque, como se sabe, todas las libertades tienen límites aun cuando no se configuren en una ley. Quizás el retiro de la visa -potestad exclusiva del país otorgante- no era la mejor sanción, pero una obligatorias y muy bien fiscalizadas disculpas públicas, repetidas y trasmitidas durante 30 días a través de todos los medios, convencionales y digitales, hubiera sido un apropiado escarmiento. Cito: “los símbolos ocupan un lugar central en la construcción de las naciones; representan los valores con los que se identifican los ciudadanos”. En estos días de tanto fútbol en América y Europa, al inicio de los partidos se entonan los himnos de los países rivales y con frecuencia quienes los transmiten en televisión dice: “Nosotros también hacemos silencio por respeto a los países y a sus habitantes”.
Un diario nacional editorializa sobre lo que califica como “incivilizados” y demanda sanciones. En Guayaquil un grupo de mujeres, en sitio público y turístico, se desnuda y baila con movimientos eróticos. El municipio no autorizó el evento, pero no controló. Las cifras oficiales dan cuenta de decenas de miles cada año de los escándalos por desórdenes callejeros, trifulcas, expresiones vulgares y más. ¿Merecen condena éstos o hay que defenderlos como libertad de expresión?
El gobierno del presidente Noboa anunció la inserción de las materias cívica y ética en la malla curricular, junto a las de desarrollo sostenible, educación socioemocional y educación vial. Es una decisión acertada que, por supuesto, debe complementarse con otras acciones de sustantivo mejoramiento social. Así se evitarán tantos hechos que, sin duda, no hacen otra cosa que reflejar la cruda realidad del país. Que no se pierdan jamás las más nobles virtudes humanas.
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