Lo que vimos anoche fue un presidente soberbio, histérico y amenazador. Herido en su ego, y más preocupado de lavar la imagen de su cuñado, que del país.
Fue una cadena nacional que nos recordó lo peor de las sabatinas de Correa: descalificación dura y pura.
Se la dedicó a La Posta, a la Fiscalía y a algunos jueces vivarachos, sus nuevos cucos políticos.
A La Posta le puso límites. Al gran cuñado no.
Dijo que solo busca más likes para monetizar la pauta. En eso estuvo fuerte el jefe de Estado.
En esta carrera de La Posta, Lasso lleva las de perder: la mitad de su Gabinete Ministerial renunciado salpicado por "El Gran Padrino", entre ministros y ex altos cargos, incluido su círculo íntimo de colaboradores, varios de ellos investigados por la Fiscalía.
La Posta denuncia con audios. Lasso contraataca con diatriba.
Lasso dice que dará batalla a aquellos que violen la libertad de expresión.
No, señor presidente. La única batalla que usted tiene es contra el desempleo, la pobreza, el narcotráfico. La lista es interminable.
En este punto, la credibilidad de Lasso es moneda devaluada.
Sin rumbo. Aislado y sin capital político, Lasso es vulnerable. Es presa fácil de los depredadores políticos que lo acechan, y ven en este capítulo la oportunidad perfecta para el último festín.
El problema no es La Posta, es su cuñado, señor presidente. Está a tiempo de hacer lo correcto para salvar su Gobierno.