Separemos el trigo de la paja. Lo último es lo que el presidente Guillermo Lasso se ha pasado haciendo durante 17 meses de su gestión para enfrentar la crisis carcelaria y la arremetida cobarde y sangrienta de las organizaciones criminales.
Muchas vidas civiles y policiales segadas. Todas ellas inocentes, los segundos en el cumplimiento del deber. Nuestra solidaridad con sus familiares.
La madrugada de terror vivida en Guayaquil y Esmeraldas, el 1 de noviembre pasado, fue el punto de inflexión en el estado de ánimo de un presidente atormentado por la espiral de violencia sin límites. Hasta ahora se había mostrado pusilánime y timorato.
Lasso, al fin, se dio cuenta que para luchar contra el narcotráfico, terrorismo y bandas criminales desalmadas, tiene que caminar por el delgado hilo que divide el uso legítimo de la fuerza y los derechos humanos de los delincuentes, que como dice el presidente Nayib Bukele, sí los tienen, pero tampoco están por encima de la mayoría.
Lasso ha actuado con firmeza y decisión, ejerciendo el poder que le otorga la Constitución. Ese es el presidente que todos queremos ver.
Ya saldrá los hijos putativos de Zaffaroni a defender los derechos humanos de los criminales. ¡Meros alcahuetes, hipócritas de mierda!
Hoy el país le reclama seguridad al jefe de Estado, a la Policía y las FFAA. Ellos han respondido a la altura. La ciudadanía tiene que hacer su parte. No dejemos que la mafia nos arrebate nuestras vidas.