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Guillermo Lasso, presidente. Guillermo Lasso, presidente. Foto/Asamblea

Papelón de Lasso Destacado

 

En términos futboleros, el presidente, solo un penal ha logrado acertar: la vacunación. El resto son autogoles. La hinchada cada vez más insatisfecha le pide soluciones. No da pie con bola.

Los yerros son innumerables. La política comunicacional casi no existe. Ese es su peor enemigo. Lasso es el único interlocutor válido del Gobierno y lo hace pésimo. Dice y se desdice. Ofrece y no cumple. Abanderó causas en el pasado, que hoy claudica. Un día declara la guerra al correísmo, otro los designa funcionarios de su Gobierno. Pregona un mensaje de conciliación para después sacar a relucir el discurso confrontativo.

¿Quién lo entiende? Solo la prensa morronga lo festeja. Igual sus adláteres.

Lasso camina en contracorriente. Se pelea con todo el mundo. Igual con la izquierda y la derecha. Ya no sabe en dónde está parado, ideológicamente hablando.

Meter la mano a la Justicia es antidemocrático.

Pedir la renuncia al delegado del Ejecutivo en el Consejo de la Judicatura -sin ruborizarse-, por no sentirse representado, es no tener la más peregrina idea de la separación de poderes.

Quiere manejar el Estado como si fuera un banco. Se trata de Funciones del Estado, no una empresa familiar.

Los miembros del Consejo de Judicatura tienen un tiempo fijo de seis años, precisamente para que no coincidan con el periodo presidencial, y así garantizar su independencia.

Otro frente que abre. Lleva las de perder. Lasso luce débil y sin peso político. No tiene aliados en quien apoyarse, la Asamblea está en manos de la oposición, camina hacia una consulta popular vulnerable políticamente, podría ser un boleto sin retorno. Ni hablar de la muerte cruzada. Lasso es prisionero de sus propios demonios.

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