Por Alberto Dahik Garzozi
Todos hemos visto las fotos aterrorizantes de botellas plásticas que cubren totalmente el espejo de agua de ríos en varias partes del planeta. Igualmente, las nubes grises de gases venenosos, que se sientan sobre ciudades enteras, en las cuales la calidad del aire atenta contra la vida humana, o también manchas de petróleo flotando sobre el mar. Esas y muchas otras imágenes de contaminación, nos hacen temer por el futuro mismo del planeta.
En nuestro atribulado país tenemos una contaminación mucho peor, de efectos más inmediatos. Aquella de los bonos y de la deuda del Estado a entidades y ciudadanos.
Con una crisis fiscal profunda, estructural, que se origina en insostenibles subsidios, en grasa del aparato público, en sistemas corruptos e ineficientes sostenidos por mafias, aberraciones todas de décadas, el hueco fiscal ha hecho que se vayan colocando papeles del Estado en instituciones donde no deberían estar y que se hayan generado atrasos de pago que no se deberían permitir.
Así, por ejemplo, la banca pública, que debería dar recursos para el desarrollo, para la inversión, para que haya a través de esa inversión más posibilidades de empleo, tiene en sus activos 840 millones de dólares de bonos del Estado.
El Banco Central, que debería estar absoluta y totalmente desvinculado del Gobierno y ser la institución más independiente respecto de este (en materia económica), tiene en su balance todavía más de 5.800 millones de dólares de bonos del Estado y deuda del Estado.
El Cosede (Corporación del Seguro de Depósitos, Fondo de Liquidez y Fondo de Seguros Privados), creada para que en caso de que una institución financiera se liquide, se le pueda pagar a los depositantes el valor de sus depósitos y así generar la confianza en el sistema, tiene en su poder increíblemente 1.460 millones de dólares de bonos del Estado. Si una institución desaparece le darán a los depositantes bonos del Estado y no su dinero.
El Seguro Social tiene también más de 12 mil millones de dólares de bonos del Estado, y esta institución a través del fondo de invalidez vejez y muerte, en menos de dos años no tendrá ya cómo pagar las pensiones.
En pocas palabras, los bonos y otras obligaciones del Estado tienen contaminada a la sociedad ecuatoriana, que es la otra cara de la moneda, de una situación absolutamente irreal que es mantener subsidios, un sistema de pensiones, y otras distorsiones que no se pueden sostener más.
Ojalá que la saludable circunstancia de que casi la totalidad de los legisladores llegaron a un acuerdo de distribución de cargos en la Asamblea Nacional, sirva también para que esto refleje por primera vez la voluntad nacional de establecer un diálogo sincero entre todos los sectores para resolver los gravísimos problemas que tiene este país, que no se pueden solucionar, como lo he repetido tantas veces, por acciones de cualquier gobierno, sino por un acuerdo nacional sobre una agenda mínima que nos dé esperanzas de que el país todavía tiene posibilidades de ser viable en el futuro.