Lunes, 11 Diciembre 2023
Las probabilidades

Las probabilidades Destacado

 

Por Alberto Dahik Garzozi

En el estudio de las probabilidades sabemos que mientras más elementos entran en el evento más compleja es su predicción, y más posibilidades hay de que un sistema sea inestable.

Si una empresa tiene dos socios, se necesitan dos voluntades. Hay dos eventos posibles: socio A y socio B de acuerdo. Socio A y socio B en desacuerdo. Si son tres socios, esto es un 50 % más de socios, los eventos posibles aumentan mucho más del 50 %. Ejemplos: A, B, C de acuerdo; A y B de acuerdo, C en desacuerdo; A y C de acuerdo, B en desacuerdo; A, B y C los tres en desacuerdo, etc. Es decir, la introducción de un solo socio más hace muchísimo más compleja la estabilidad de la sociedad.

La Constitución de Montecristi hace exactamente eso. Introduce elementos que vuelven casi imposible los acuerdos y que generan todo este nivel de conflictividad, con tantos episodios que no se pueden ya contar, siendo los últimos eventos el de la Corte Constitucional sobre el Ab. Vera, y la pugna entre el Consejo de la Judicatura y la Corte Nacional que es recurrente.

El CPCCS con sus múltiples capacidades introduce un nivel de ruido y discordia en el sistema que es realmente sorprendente. Esa capacidad de ruido y discordia llevó al absurdo del voto sobre el Yasuní. Además, es parte de una nueva “función del Estado” de control y transparencia. Ese Consejo ha sido manzana de la discordia en muchos episodios nefastos en los últimos años que han probado que su existencia está más que cuestionada. Si es tan sabio y tan importante dicho Consejo, por qué no mostramos en qué democracia madura, en cuál país altamente institucional y/o con alto grado de desarrollo humano y progreso existe una institución como el CPCCS. Solamente lo tienen Venezuela y Bolivia, y por más que nos hayan dicho que en Venezuela las condiciones de vida son mejores que en el Ecuador, nadie va a creer que eso es cierto. Esos dos países fueron igualmente presas de los mismos “constitucionalistas” extranjeros, ideólogos de teorías que nada tienen que ver con nuestra tradición y realidad, y que nos enchufaron unas constituciones que en nada han hecho avanzar ni a Venezuela ni a Bolivia ni al Ecuador.

Hoy no hay un Tribunal Supremo Electoral; hay una nueva función del estado, con Consejo Nacional Electoral y Tribunal Contencioso Electoral. Más enredos que antes. Igual conflictividad entre Consejo Nacional de la Judicatura y Corte Nacional de Justicia. Los ejemplos sobran.

El país con todas las constituciones anteriores vivió conflictos, sí, y muchas veces muy serios, pero fundamentalmente entre el Ejecutivo y el Legislativo. Solamente dos instituciones se tenían que poner de acuerdo.

En el ordenamiento actual se hace que cada día sea más difícil la estabilidad institucional y la defensa de un sistema de división de poderes y de seguridad jurídica.

La Constitución de Montecristi ha probado ser mala, remala. Fue hecha no para el progreso del Ecuador, sino para un esquema partidista único, un poder hegemónico, un proyecto político que no pensaba en el Ecuador sino en su perpetuidad.

Hay que lograr un acuerdo nacional para modificarla. Este nivel de confrontación no da más.

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