Miércoles, 27 Septiembre 2023
En las urnas debe ser el castigo

En las urnas debe ser el castigo Destacado

 

Por Jorge A. Gallardo Moscoso

Son síntomas de desesperación, ¿o no? Ahora el discurso es distinto y con desparpajo afirman que es su contendor el que, de ganar la elección presidencial, sacará al país de la dolarización para favorecerse personalmente y favorecer a sus amigos exportadores. ¿Quién les cree si ahora, también, han olvidado eso de ‘nosotros ya lo hicimos’ y ‘lo volveremos a hacer’?

En su exasperación, además, dan pena, por la pobreza extrema que acusan. En ningún banco nacional o extranjero tienen dinero, tampoco lo guardan a través de testaferros. Los millonarios gastos en los que incurren desde hace 17 años en la permanente campaña política-electoral, la inundación en las redes sociales con propaganda constante, los desplazamientos con inmensas caravanas vehiculares (acompañados de artistas y sofisticados equipos tecnológicos incluidos los de inteligencia artificial), los vuelos a cada rato entre Europa y América (México, Cuba, Colombia, Argentina, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, especialmente), los hoteles, restaurantes y agasajos, más un largo etcétera, debido a la situación económica calamitosa de la organización política y de sus protagonistas, deben ser puestos a cargo de la divina providencia (“que Dios les pague”) o, por lo menos, a financistas de pensamiento comunista-socialista y de enormes bolsillos capitalistas (o sea, ellos mismos).

Se atragantan, también, enumerando carreteras, hospitales, escuelas, universidades hidroeléctricas, puertos, aeropuertos, viviendas, turismo, pagos a policías, militares, profesores y empleados públicos en general. Y ellos mismos se preguntan: ¿cómo hacían para hacer tanto en un país tan pobre? A propósito, claro está, olvidan cuánto dinero lícito ingresó al país en esa década despilfarrada y omiten los millonarios sobreprecios, lo mismo que el extraordinario sobre endeudamiento externo y el “regalo” del petróleo. No “recuerdan” el relleno de un terreno para una refinería existente que costó 1.500 millones de dólares, ni el retiro de los militares de EE.UU. que colaboraban con Ecuador desde la Base de la FAE en Manta, ni la construcción de un puente en Mataje (que es paso para traficantes), ni la narco valija enviada desde la cancillería y descubierta en Italia, ni los acuerdos con grupos irregulares (FARC, Alfaro Vive y pandilleros), ni los vuelos en los aviones presidenciales sólo con tripulación, a sospechosos destinos y carga desconocida, ni la tabla para consumo de drogas y su derivación en territorios para el microtráfico, ni las metidas de manos en la justicia. ¿Cómo en un país tan pobre se pudo realizar tanta maldad?

Resta poco para volver a las urnas y elegir un nuevo presidente. Entonces sí, con los votos contados, se sabrá si el discurso demagógico y temerario caló en el votante, o si el lobo feroz recibió la estocada mortal.

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