Por Lolo Echeverría
Los estrategas electorales y sus seguidores han vendido la idea de que ya no existen o no importan las ideologías, que la polarización correísmo-anticorreísmo se ha desvanecido y que los electores rechazan la confrontación política. Como consecuencia tenemos una segunda vuelta electoral opaca, mentirosa, concentrada en la consigna de evitar errores.
Los candidatos a la vicepresidencia han roto el esquema y delatan en la política ecuatoriana una tormenta escondida. El candidato Andrés Arauz ha sacado a pasear los viejos demonios de la revolución ciudadana: la desdolarización, el estatismo, la amenaza a la libertad y la impunidad para los acusados de corrupción. Luisa González tendrá que probar que esos diablos ya no existen.
La candidata Verónica Abad ha soltado los demonios de la derecha: la reducción del tamaño del Estado, las privatizaciones, la defensa de la propiedad privada. Daniel Noboa se verá obligado a convencer de lo que no hará, antes de decir lo que hará. Las dos campañas han tratado de esconder a los segundos, pero los demonios ya están sueltos.
Mientras la campaña presidencial languidece, se agitan en otras funciones los asaltantes de la democracia. Dos pintorescos maquiavelos que se creen mayoría en el Consejo de la Judicatura, destituyen a un juez y a otros jueces de la Corte Nacional les regalan un período completo. Son jueces que quedarán inhabilitados para juzgar a la corrupción correísta.
Otro maquiavelo en el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, pretendió crear una comisión para minar la legitimidad de la Corte Constitucional, cuando vió en peligro su propio pellejo, metió retro en plena marcha.
Los dictadores ya no vienen con uniforme militar, medallas y gafas oscuras, ahora salen de las urnas como en Nicaragua, Cuba, Venezuela, Brasil, Colombia y Chile. Son “demócratas” que enredan la ley y las instituciones para luego poner “un nuevo orden”. No preguntes de dónde vienen el caos y la violencia.
