El juicio al presidente Guillermo Lasso volvió a fojas cero, quedó inutilizado en todas sus fases y empezó de nuevo mediante una saquicelada. En la Comisión de Fiscalización se preparó un informe que no fue aprobado. Sin informe, producto de pasos anteriores en el proceso, la Asamblea no podía dar el siguiente paso que era conocer ese documento con las acusaciones, las pruebas y la recomendación de la Comisión. Errores y picardías de los dos bandos en pugna condujeron a un juicio fallido.

Gracias a Saquicela ocurrió el milagro de la transformación del agua en vino. El juicio que se había hecho agua, se transformó en vino con el que terminaron embriagados o al menos mareados los legisladores. Una moción veloz presentada con nuevas pruebas y la recomendación de continuar con el juicio resolvió todo. Si esto fuese legal, se hubiera podido presentar en la primera sesión, dos meses antes.

El problema es que existe una Constitución y una Ley Orgánica de la Función Legislativa que establecen otro procedimiento. Lo que hizo la Asamblea es inválido, pero todos se han sometido; los asambleístas irresponsables que votaron a favor haciendo creer que era válida la moción, el gobierno que ha anunciado que el presidente asistirá a defenderse y la Corte Constitucional que debía hacer el seguimiento.

Han reformado, de hecho, las leyes y hasta la Constitución; ahora cualquier legislador puede mocionar la destitución de un presidente y cualquier Saquicela puede someter a votación la moción. ¿De qué se defenderá el presidente? (A menos que su propósito no sea defenderse sino acusar). ¿Qué hará la Corte Constitucional? ¿Dictaminará la destitución de los que se han burlado de la ley y se han mofado de los magistrados? Para eso se requeriría valor.

La mano invisible del mercado salvará a todos. El mercado de votos que probablemente reelegirá a Saquicela y salvará a Lasso, reducirá todo a una anécdota que servirá para ilustrar la poca vergüenza de los políticos de todos los bandos.