Lunes, 29 Mayo 2023
Alfaro, el empresario

Alfaro, el empresario Destacado

 

Por Melvyn O. Herrera

Nada de lo que está sucediendo en estos solemnes momentos en que escribo estas letras, mientras que por la televisión escucho a sus descendientes y más personas, honrar con tardada justicia, al ser superior que fue Eloy Alfaro, nada de esto sucedería -insisto- si Alfaro, a más de pensador, estratega, guerrero, noble, visionario, honrado, patriota, y mil y un atributos más que lo adornaron, no hubiese sido principalmente un emprendedor, es decir, un empresario, que es la faceta de su hidalga personalidad, que le hizo posible materializar sus inmarcesibles ideales.

Sin entrar en detalles, él -como pocos- comerció en Panamá la maravilla vegetal/artesanal que es el sombrero de toquilla, y con las lógicas utilidades que generaba tal actividad, antes que nada, responsablemente brindó el sustento a su familia; luego, su altruismo hizo que buena parte del producto de su iniciativa comercial, lo destine a construir y mantener sus altos ideales, que no fueron otros, sino los que conducen al progreso, no solo de su familia, sino principalmente del Ecuador; ya que él, comprometido socialmente comprendía -como pocos- que nada somos individualmente si nuestro entorno social no está proporcionalmente equilibrado con la realidad y la justicia.

Visionario, práctico, y afín al sentido común -como pocos- Alfaro no solo avizoró mercados para su mercancía en particular, sino que él, empresario al fin, entendía desde esos ya lejanos tiempos -otra vez, como pocos- la importancia del intercambio y la integración; de ahí su material obra cimera, el fantástico ferrocarril que unió más que líricamente dos regiones geográficas, dos reales mercados, sierra y costa, que se necesitaban mutuamente para juntos progresar, como efectivamente sucedió.

Para ello, Alfaro con su experiencia de empresario, entonces ya no de sombreros de paja toquilla, sino que evolucionado en estadista, negoció, hasta emitiendo acciones en el mercado bursátil, y buscando la mejor conveniencia técnica y financiera, la construcción de la herramienta que puso a caminar social y económicamente a nuestra patria.

Ahora, intenta volvernos a hacer progresar como país, como sociedad vivible, otro emprendedor, y más que nada, un ferviente seguidor de nuestro héroe; sin sus iniciativas e inteligencia que provienen de la academia, sin su capacidad de comunicación, sin su honradez impoluta, sin su liderazgo, no sería el Presidente de nuestra agobiada patria; con lo que se demuestra que el soñador y el emprendedor no son incompatibles.

En estos históricos momentos, invoco que todos los ecuatorianos -como desde hace rato lo hacemos, no muchos- sigamos el ejemplo de Alfaro, indiscutiblemente el mejor ecuatoriano de todos los tiempos, sin que olvidemos que sus nobles ideales solo se hubiesen quedado en su numen, y convertidos en frustración, de no haber mediado, Alfaro, el empresario. Jaramijó, noviembre del 2007.”

Generosos lectores: el entrecomillado precedente es la nota que invitado por su ejecutiva Carol Murillo R. en noviembre del 2007 envié a “El Telégrafo” y que sin explicación alguna no se publicó. Ahora consta en la Pag. 180 de mi libro “INSPIRACIONES…”; intuí que a ella y/o a sus superiores no les agradó la faceta empresarial que destaqué de Alfaro. Con el pasar de los meses, no solo el citadio matutino, sino el gobierno entero, usando la imagen de Alfaro en otras facetas que no son las de esta nota, practicó una incomprensible aberración contra quienes hacemos empresa.

Termino destacando el penúltimo párrafo de dicha nota, donde aludo a quien ahora es un fugitivo de nuestra justicia y el promotor de la actual inestabilidad democrática del Ecuador; él en sus inicios gubernamentales -2006- despertó grandes esperanzas en los ecuatorianos y en este contador de historias. Con el pasar de los tiempos y con sus malas acciones, lo que dije en ese entonces dolorosamente me lo he tenido que tragar como una gran rueda de molino, al vivir lo que hasta estos momentos estamos viviendo, por las ambiciones desmedidas de él -como en Cuba, Nicaragua y Venezuela- de sus cómplices, aupadores y sus asalariados, que cada vez son menos, felizmente.

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