Por Jorge Gallardo
Tras los primeros calentamientos de las calles y los anuncios de repetir y con más fuerza los hechos súper vandálicos de octubre de 2019 y junio de 2022, ya deben estar activados los defensores de los derechos humanos y hasta, inclusive, tener listos –con blancos para fechas, horas, números- los informes que santifican a los manifestantes y criminalizan a las fuerzas del orden.
No se trata de un apresuramiento ni tampoco de preconcebidos prejuicios. Es la conclusión sostenida en los precedentes conductuales de quienes, cada vez y cuando, miran para hacia un solo lado renunciando a su obligación de respetar la Declaración Universal de los Derechos Humanos que dice: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. Para los que “observan” los hechos, como los registrados en las fechas anotadas, las víctimas de la violencia perpetrada por los manifestantes y sus líderes, no son “iguales” ni tienen “dignidad ni derechos”, simplemente son ignoradas, desaparecidas en la realidad.
Como gustaría a los ecuatorianos –refiriéndome a la gran mayoría, porque los protestantes son la gran minoría-, que los veedores, supervisores, fedatarios, encubiertos y más de los derechos humanos que seguirán, paso a paso, las anunciadas movilizaciones de protesta contra el gobierno nacional, se sometan rigurosamente a su misión de “contribuir a la construcción y establecimiento de un efectivo Estado Social y Democrático de Derecho, basado en el respeto de los derechos fundamentales civiles, políticos, económicos, sociales, culturales, ambientales, de todas las personas” y no, como lo han hecho hasta ahora, defendiendo a los que atacan y conspiran contra la democracia con violencia, subversión y terrorismo, provocando muertos, heridos, destrucción de ciudades, obstrucción del tránsito, bloqueo de la producción petrolera, suspensión de servicios básicos y pérdidas económicas por centenares de millones de dólares.
Pero, será pedir imposibles. Los informes sólo hablarán de brutalidad policial, excesivo uso de la fuerza, FF.AA. entrenadas para derrotar al “enemigo”, indefensos manifestantes, infiltrados del gobierno y la misma majadería de siempre. ¡Qué pena!