Por Roberto López
En la final de fútbol coexistían para mí 3 realidades: la personal, sufriendo ante la tele con cada penal; la de los trabajadores que arreglaban los jardines de la urbanización sin poder ver el juego; y la del hijoepato este, enviando tuits desde Qatar -o donde sea que estuviera- gracias a la vida de millonario que se da con la plata que les robó. Que nos robó a todos. Y ahí es cuando pienso que votar por la extradición, es un acto de honor.
Cierto es que pese a saberse ya quien nos entregó al narcotráfico, este tipo no puede ser extraditado por eso: no ha sido acusado ni aquí ni en USA por ese delito.
Prohibido olvidar, Ranael: algún día habrá un fiscal que vea la necesidad de procesarte por haberte involucrado con los chicos malos que envían droga a USA, e irás a dar a una fría celda. Y no aquí, al Spa Glas/Style donde terminarías con aretito y minifalda. No. A una cárcel de máxima seguridad como la de El Chapo.
Por eso votaré por la extradición recordando a Raúl Reyes, cuando te agradecía por realizar aquí un Congreso al cual vinieron hasta los terroristas de ETA. Votaré recordando a Uribe, forzado a atacar -sin informarte- el campamento de Angostura, para que no le avisaras a ese mismo Reyes, como habías hecho antes. Y recordaré las palabras del mayor Silva de la UIES: “en las llantas de ese avión, trajeron el dinero para comprar la droga”, en referencia a la operación Huracán Verde en la que se incautó 4 toneladas de coca de las FARC; y en la cual, el avión en el que se encontró partículas de droga luego de pasar el escáner, había permanecido 13 días nada menos que…¡en el hangar presidencial! Votaré recordando tus disculpas al visitar en la cárcel al “querido José Ignacio”, preso por haber retirado el billete para pagar a las FARC el cargamento del avión que había estado en el hangar presidencial. Claro, tenías que asegurarte de que callara, garantizándole en persona que no le pasaría nada. (Como efectivamente sucedió).
Si, millonario belga. Disfrutaré votando SÍ, a la espera del día de tu ingreso en la prisión de Florence, Colorado.
Hasta al mico más listo se le cae el coco.