De Acuerdo con las últimas encuestas Gustavo Petro y Rodolfo Hernández tienen las mismas probabilidades de ser el nuevo presidente de Colombia, la intención de voto les da un empate. Ni pueden repartirse Colombia, ni pueden unirse para gobernar juntos; para ambos es la última oportunidad. Petro no volverá por la cuarta, Rodolfo tendrá 80 años en la próxima elección.
Ambos candidatos se declaran enemigos del sistema, pero ambos dependen del sistema. A Petro le apoya el sindicato de presidentes de izquierda. Ya salió en su defensa López Obrador de México. Dando dos o tres, manotazos al aire, antes de cada palabra, se embarcó en una campaña electoral ajena con la justificación de que Petro dizque estaba “sufriendo una campaña sucia, de lo más indigno y cobarde”. ¡Impostores! no aceptan injerencia extranjera para las dictaduras, pero intervienen en las democracias.
El sistema apoya a Rodolfo porque sabe que los candidatos de izquierda creen en la democracia sólo hasta ganar las elecciones y teme que Colombia se convierta en Venezuela. Aunque Rodolfo rechaza a los partidos y tilda a los políticos de “tanda de ladrones”, necesita de ellos para ganar y para hacer posible su gobierno.
Latinoamérica, la soñadora de imposibles, sueña ahora con los populismos, de izquierda y de derecha, que logran éxitos electorales con la complicidad de las redes sociales y los estrategas políticos, fabricantes de imágenes sin contenido y palabras sin significado. La política es una serpiente que se muerde la cola: los electores consumen lo que ofrecen los candidatos, los candidatos ofrecen lo que quieren los electores.
Petro y Rodolfo son dos políticos que aspiran a la presidencia, ambos llevan escondido el demonio del autoritarismo. La derecha y la izquierda han empatado en Colombia. El electorado irá con tristeza a elegir entre la falsedad y la simpleza. No se puede creer ni en la ideología estatista ni en el discurso simplón, ambos ocultan lo que será el próximo gobierno colombiano.