Por Fabián Loza Noboa
La estrella se acerca cada vez más, se aproxima lentamente al cuadrante de Belén. El niño dorado está por nacer. La mayor parte del mundo renueva su esperanza en el cumpleaños del mesías, la concentración más pura de amor. Dios que tomó forma humana hace más de dos mil años, en lo que hoy conocemos como Tierra Santa.
Más allá de que el fenómeno estelar no suceda, en el Oriente Medio, objetivamente como lo describo, los valores cristianos en gran parte del planeta giran hacia su verdadero derrotero, recobran su brillo, se revisten de esperanza, en la fecha que los eruditos marcan como Navidad, el cumpleaños de Jesús, unigénito hijo de Dios.
No podemos perder de vista que el bien verdadero triunfará a nivel mundial cuando entendamos que el conocimiento viene de Dios, que las ciencias vienen de él y que la política es una de ellas.
Cuando las naciones y sus sistemas políticos privilegien conceptos como amor, caridad, igualdad, libertad, fraternidad u honradez, desde sus bases, está gran nave llamada humanidad comenzará a dar un giro verdadero. Pero es aquí donde me paro sobre una muy delgada frontera que divide a los esperanzados, de los ilusos.
Es obligación de un buen cristiano, no solo se feliz en la Navidad, sino darle sentido. Sobre todo, si tuvo la bendición de recibir educación y oportunidades.
Será posible que quienes tienen acceso a mayor comprensión del complejo mundo que hemos diseñado los humanos, se alejen de la mezquindad y no permitan la manipulación de masas que se conducen al matadero de la miseria, bajo ideologías perversas.
¿Será posible, por ejemplo, que Su Santidad el Papa Francisco, bajo cuya autoridad me ubico como católico apostólico y romano? ¿será posible que en estricta sujeción a lo que es justo y verdadero, en algún momento condene la voracidad y la corrupción de los regímenes socialistas de América que han causado crímenes contra la humanidad, como el éxodo genocida de los pobres de Venezuela?
Solo quisiera saber ¿cómo se ama a Dios y se asiste a su cumpleaños?, cuando me hago de la vista gorda, con mis amigos y sus fechorías.