Lunes, 11 Diciembre 2023
Una mujer en estado catatónico despertó tras 20 años y su historia podría cambiar la psiquiatría

Una mujer en estado catatónico despertó tras 20 años y su historia podría cambiar la psiquiatría Destacado

 

La joven estaba en estado catatónico, atrapada en el puesto de enfermeras, inmóvil, sin pestañear y sin saber dónde estaba o quién era.

Se llamaba April Burrell.

Antes de convertirse en paciente, April era una estudiante extrovertida y sobresaliente que estudiaba contabilidad en la Universidad de Maryland Eastern Shore. Pero tras un suceso traumático cuando tenía 21 años, April desarrolló repentinamente una psicosis y se perdió en un estado constante de alucinaciones visuales y auditivas. La ex alumna más aventajada del instituto ya no podía comunicarse, bañarse ni cuidar de sí misma.

A April le diagnosticaron una forma grave de esquizofrenia, una enfermedad mental -a menudo devastadora- que afecta aproximadamente al 1% de la población mundial y puede alterar drásticamente la forma en que los pacientes se comportan y perciben la realidad.

“Fue la primera persona a la que vi como paciente”, afirma Sander Markx, director de psiquiatría de precisión de la Universidad de Columbia, que en los 2000, cuando conoció a April, aún era estudiante de medicina. “Es, al día de hoy, la paciente más enferma que he visto”.

Pasarían casi dos décadas antes de que sus caminos volvieran a cruzarse. Pero en 2018, otro encuentro fortuito dio lugar a varios descubrimientos médicos que recuerdan a una escena de “Despertares”, el famoso libro y película inspirados en el despertar de pacientes catatónicos tratados por el fallecido neurólogo y escritor Oliver Sacks.

Markx y sus colegas descubrieron que, aunque la enfermedad de April era clínicamente indistinguible de la esquizofrenia, también padecía lupus, una enfermedad autoinmune subyacente y tratable que estaba atacando su cerebro.

Tras meses de tratamientos específicos -y más de dos décadas atrapada en su mente- April despertó.

El despertar de April -y el éxito del tratamiento de otras personas con afecciones similares- podría transformar la atención que se le da a algunos de los pacientes psiquiátricos más enfermos, muchos de los cuales languidecen en instituciones mentales.

Los investigadores que trabajan con el sistema de salud mental del estado de Nueva York han identificado a unos 200 pacientes con enfermedades autoinmunes, algunos internados desde hace años, a los que este descubrimiento podría ayudar.

Y científicos de todo el mundo, entre ellos de Alemania y Gran Bretaña, están llevando a cabo investigaciones similares, descubriendo que los procesos autoinmunes e inflamatorios subyacentes pueden ser más comunes de lo que se creía en pacientes con diversos síndromes mentales.

Aunque la investigación actual probablemente sólo ayude a un pequeño subgrupo de pacientes, el impacto del trabajo ya está empezando a remodelar la práctica de este área de la medicina, así como la forma en que se diagnostican y tratan muchos casos de enfermedades mentales.

“Estas son las almas olvidadas”, afirma Markx. “No solo estamos mejorando la vida de estas personas, sino que las estamos sacando de un lugar del que no creía que pudieran volver”.

Perder a April
Incluso cuando era una adolescente, creciendo en Baltimore, April ya mostraba signos de la estudiante universitaria de contabilidad en la que se convertiría más tarde. Llevaba la chequera de su padre y ayudaba a cobrar el alquiler de sus propiedades.

Vivía con él -que había servido en el ejército- y su madrastra, y es una de siete hermanos. Estaba muy centrada en los estudios y se desilusionaba si sacaba una B en una asignatura. Durante sus años en la secundaria, jugó al voleibol y su familia la recuerda como una persona muy capaz en todo. Ayudó a su padre a renovar sus docenas de propiedades de alquiler e, incluso, podía cablear enchufes y subirse a los tejados para alquitranarlos y repararlos.

Todos los indicios indicaban que prosperaba, gozaba de buena salud en general y no mostraba signos de angustia mental más allá de los dolores normales del crecimiento adolescente.

“April tenía un gran rendimiento”, afirma su hermanastro mayor, Guy Burrell. “Era muy simpática, muy extrovertida. Le encantaba la vida”.

Pero en 1995, su familia recibió una llamada de pesadilla de uno de sus profesores. April estaba fuera de sí y había sido hospitalizada. Los detalles eran confusos, pero parecía que April había sufrido una experiencia traumática, que el Post no describe para proteger su intimidad.

Tras pasar unos meses en un hospital psiquiátrico de corta estancia, le diagnosticaron esquizofrenia.

Su familia hizo todo lo posible por cuidarla, pero April necesitaba atención constante y, en los 2000, ingresó en el Centro Psiquiátrico Pilgrim para recibir cuidados de larga duración. Su familia la visitaba siempre que podía, haciendo el viaje de cuatro horas desde Maryland a Long Island una o dos veces al mes. Pero April estaba encerrada en su propio mundo de psicosis: a menudo parecía dibujar con los dedos lo que parecían cálculos y mantenía conversaciones consigo misma sobre transacciones financieras.

April era incapaz de reconocer a su familia y, mucho menos, de relacionarse con ella. No quería que la tocaran, abrazaran o besaran. Su familia sintió que la había perdido.

Un prometedor estudiante de medicina
Cuando a April le diagnosticaron esquizofrenia, Markx aún era un prometedor estudiante de medicina, a un océano de distancia, en la Universidad de Ámsterdam. Sus padres eran psiquiatras y él había crecido rodeado de psiquiatras y pacientes. Markx recuerda haber jugado de niño en los centros psiquiátricos de larga estancia donde trabajaban sus padres; nunca tuvo miedo de los pacientes ni del estigma asociado a sus enfermedades.

Como becario Fulbright de visita en Estados Unidos, tomó la decisión de no dirigirse a los institutos más famosos sino que eligió el Pilgrim Psychiatric Center, un hospital estatal de Brentwood, Nueva York, donde muchos de los pacientes psiquiátricos más graves del estado viven durante meses, años o incluso el resto de sus vidas.

Fue durante sus primeros días en Pilgrim cuando conoció a April, un encuentro que -dijo- “lo cambió todo”.

“Se quedaba parada y miraba a la nada”, dijo Markx. “No se duchaba, no salía, no sonreía, no se reía y el personal de enfermería tenía que moverla”.

Como estudiante, Markx no estaba en condiciones de ayudarla. Siguió adelante con su carrera, pero siempre recordó a la joven congelada en el puesto de enfermeras.Infobae.

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