La añorada corona británica o monarquía británica es una institución de carácter constitucional que cuenta con un soberano que, además, es el jefe de Estado del Reino Unido.
Hasta hace poco la monarca era la reina Isabel II, quien comenzó a gobernar desde el año 1952 hasta el 2022. El pasado jueves 8 de septiembre se anunció su muerte a sus 96 años de edad. Por consiguiente, Carlos tercero, hijo mayor de Isabel II, pasó a ser el nuevo rey de Inglaterra.
Y aunque la familia real goza de muchos privilegios, hay una maldición de los ancestros de Isabel II, que, se dice, ha marcado la sangre de los monarcas durante siglos, una enfermedad que ha perseguido a la realeza europea.
De hecho, la hemofilia, también conocida como “la enfermedad de la realeza”, comenzó a evidenciarse en la reina de Inglaterra Victoria I, quien inició su mandato en 1837 cuando su padre, Guillermo IV, falleció.
La monarca fue esposa de Alberto de Sajonia Coburgo Gotha y la mayoría de las familias reales actuales han descendido de su matrimonio. Por tanto, es recordada como ‘la abuela de la monarquía europea'.
¿Qué es la hemofilia o la ‘enfermedad de la realeza’?
La hemofilia es un trastorno hemorrágico que es hereditario. Su problema es que la sangre no se coagula de manera adecuada y causa hemorragias de maneras inesperadas.
Según la Clínica Mayo, los síntomas del sangrado espontáneo son los siguientes: sangrado excesivo sin causa aparente por cortes o por lesiones, o después de una cirugía o de un procedimiento dental, muchos moretones grandes o profundos, sangrado inusual después de las vacunas, dolor, hinchazón u opresión en las articulaciones, sangre en la orina o en las heces, sangrado nasal sin causa conocida y en los bebés, irritabilidad sin causa aparente.
Hemofilia: un gen que también ha tenido una línea de sucesión
Según el medio ‘ABC Historias’, el gen que tenía la reina Victoria fue causado por una mutación espontánea. La sorpresa fue que la monarca se dio cuenta de que era hereditario y después pasó a uno de sus hijos varones, Leopoldo, y posteriormente a dos de sus hijas: Alicia y Beatriz.
Una de sus nietas, hija de Beatriz, se casó con un miembro de la realeza española y le transmitió el gen al heredero varón al trono español.
Leopoldo se casó con la princesa austriaca Helena Waldeck y tuvieron una niña llamada Alicia, quien heredó el gen que, años más tarde, se lo pasó a su hijo Ruperto.
En cuanto a Alicia, ella contrajo matrimonio con el duque de Hesse de la Casa Real de Prusia. Juntos tuvieron cinco hijos y tres fueron diagnosticados con hemofilia. En 1873, su hijo menor, Federico, falleció a los dos años de edad tras caer de un sexto piso y, aunque recuperó el conocimiento, no se pudo salvar por la hemorragia interna a causa de la hemofilia.
Años después, los nietos de Alicia, hijos de Irene y Alejandra, nacieron marcados con la enfermedad. Posteriormente, llegaron sus bisnietos, entre ellos Felipe de Edimburgo, que fue el esposo de Isabel II y del cual se desconoce si fue portador de la enfermedad.
La dolencia arribó a la familia real española por la princesa Beatriz, la otra hija de la reina Victoria I. Su matrimonio con el duque de Battenberg en 1885 dejó cuatro hijos. Dos de ellos, Leopoldo y Mauricio, fueron diagnosticados como hemofílicos. El primero murió en una intervención quirúrgica cuando tenía 33 años de edad, mientras que el segundo falleció por una hemorragia abdominal en un accidente automovilístico cuando tenía 19 años.
Otra hija de Beatriz, Victoria Eugenia, nieta de Victoria I, se casó con el Rey español, Alfonso XIII en 1906. Ella también tenía el gen de su madre y abuela. Por tanto, el destino de los Borbones, apellido real otorgado a la casa reinante en España y en el Gran Ducado de Luxemburgo, quedó marcado por la hemofilia.
Victoria Eugenia y el Rey Alfonso XIII tuvieron siete hijos: dos mujeres y cinco varones. Alfonso y Gonzalo fueron víctimas del legado de su madre y abuela. Alfonso, príncipe de Asturias, nació con este mal y murió a sus 31 años a causa de una hemorragia interna.
Con los años, los legados y las descendencias reales han padecido el sufrimiento de perder familiares por la hemofilia, una enfermedad que se conoce como la 'desgracia' de la corona.
La maldición que ha debilitado la 'sangre azul' de la aristocracia europea
Según la historia, existe una teoría que argumenta que la reina Victoria I fue fruto de una relación extramatrimonial, cuando su madre, la princesa Victoria Sajonia Coburgo, tuvo un amorío con un hombre que no era su esposo, el duque de Kent.
Al parecer, Victoria Sajonia Coburgo le fue infiel al duque de Kent con el oficial del ejército británico, John Ponsonby Conroy, por lo que Victoria I no habría sido hija de Knet sino del oficial.
Pese a que nunca se ha confirmado, la enfermedad sería el castigo o la maldición de la realeza por aquella infidelidad. El Tiempo de Colombia