Saludar y felicitar el triunfo electoral de Nayib Bukele en El Salvador para un segundo periodo presidencial consecutivo, es lo correcto. Los salvadoreños confirmaron la confianza en su manejo gubernamental. Destaca en esa gestión la categórica derrota infringida a la inseguridad ciudadana. Hoy El Salvador es considerado uno de los países más seguros de América Latina y eso tiene un inmenso valor, pues su población antes de Bukele vivía en medio del crimen infernal.
Latinobarómetro, una corporación que realiza estudios de opinión en América Latina revela que, en esta región, donde viven más de 600 millones de personas, sólo el 48% apoya el sistema democrático, el 52% restante se inclina por la dictadura, la desconfianza total en esos gobiernos y en la indiferencia sobre el modelo que nada provechoso les otorga. Son las últimas cifras publicadas y corresponden al 2023. El rompimiento permanente de las reglas establecidas, la creciente corrupción pública y privada, la violencia e inseguridad, el deficiente manejo económico y financiero, entre otros factores, inciden para que menos del 50% de latinoamericanos crea en la democracia.
¿Es preocupante esta opinión? Sí, porque si comienza a extenderse el aborrecimiento por la democracia, aun con todos sus defectos, se aupa implícitamente a la implantación de modelos dictatoriales, autocráticos, cuya peligrosidad hace verdadero aquello de que “el poder corrompe y el absoluto poder, corrompe totalmente”. Allí están, lamentablemente para sus poblaciones, los ejemplos de Cuba, Venezuela, Nicaragua. Los bolivianos y ecuatorianos, al parecer, lograron salvar esta plaga, pese a los intentos de gobernantes “sigloveintiuneros” que hicieron reformas constitucionales para tomarse todas las funciones y organismos de control, permitiendo con ello la instalación de regímenes pseudo democráticos y amantes del poder eterno.
Mientras en Venezuela se impide la participación electoral de María Corina Machado, utilizando cualquier pretexto, en Nicaragua se declara traidores a la patria, se encarcela y se expulsa del país a los opositores políticos. En Cuba, con desparpajo, las elecciones se realizan con candidato único y ahora, hace poco, tras el triunfo, Bukele que alcanzó más del 80% de los votos declaró que será “la primera vez que en un país existe un partido único en un sistema plenamente democrático” y un “récord en toda la historia democrática del mundo”. Es necesario recordar que en ese país la Carta Magna prohíbe la reelección, sin embargo, el Tribunal Constitucional, sobre el papel, dictaminó que sí podía ser candidato si pedía una licencia 6 meses antes de los comicios. Pero, ¿hay democracia con partido único”.
Personalmente apoyo sin ambages la estupenda gestión desarrollada hasta ahora por Bukele e inclusive me atrevo a pronosticar que los próximos 5 años serán exitosos. La preocupación radica en el manejo tan particular del concepto de democracia, muy coincidente a la de gobernantes severamente censurados por el propio Bukele. Yo me quedo con lo dicho por la socialista Michelle Bachelet en el homenaje póstumo al derechista Sebastián Piñera: “las diferencias no le incomodaban, su corazón liberal las alentaba”. Yo, a renglón seguido pregunto: ¿después de estos 5 años de gobierno, señor Bukele, qué?
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