El perturbador origen del popular mito de los zombis

Mar 1, 2024

Los fanáticos de los muertos vivientes están de júbilo por el estreno de la serie de televisión “The Walking Dead: The Ones Who Live”, una producción que se desprende de la famosa franquicia sobre zombies.

Pero más allá de que a la serie no le haya gustado a los críticos, lo cierto es que ha quedado claro el poder de convocatoria que tiene la franquicia “The Walking Dead”.

La serie original, que se produjo desde 2010 hasta 2022, se convirtió en uno de los grandes títulos de las series que se transmitían por cable, por la que se ha intentado revivir de distintas maneras.

Y eso tiene un motivo: las historias de zombis tienen la particularidad de revivir.

De volver de su propia muerte.

Pero, ¿cuál es el origen de estas historias que fascinan a muchas personas alrededor del mundo?

Es usual situar como el principio de todo a la película de George Romero, de 1968, “La noche de los muertos vivientes”, reseña BBC Mundo.

Lo curioso es que esta película, considerada de bajo presupuesto, nunca utiliza la palabra zombi, además de ser una adaptación muy libre de la novela de vampiros de Richard Matheson “Soy Leyenda”, en la que el último hombre con vida intenta encontrar una cura para un virus que propagan los vampiros.

Pero un libro, “La historia de las películas de zombis”, sugiere un inicio más remoto: “El zombi blanco” del director Victor Halperin que fue estrenada en 1932.

Esta película fue estrenada en medio de dos estrenos que se harían famosos: la adaptación de las historias de Drácula y Frankenstein que hicieron los estudios Universal.

Ahora, en “El zombi blanco” hay muchas explicaciones laboriosas sobre el zombie y su origen para la audiencia estadounidense, porque transporta a la cultura popular una serie de creencias que hay en Haití y las Antillas Francesas.

Hay una especulación de que la palabra “zombi” proviene de las lenguas que se hablan en África Occidental -por ejemplo, ndzumbi significa “cadáver” en mitsogo y nzambi significa “espíritu de la persona muerta” en kongo.

Y de esta región del mundo fueron transportados miles de personas para trabajar como esclavos en las plantaciones de azúcar en las Indias Occidentales ubicadas en el mar Caribe, cuyo beneficio económico a partir del abuso de estas personas permitió que Francia e Inglaterra se convirtieran en poderes globales.

Aunque los africanos trajeron con ellos su religión, la ley francesa exigía que se convirtieran al catolicismo, lo que originó una serie de religiones sintéticas que terminaría conociéndose como vudú en Haití, obayi en Jamaica o la santería en Cuba.

¿Qué es un zombi? En Martinica y Haití, puede ser un término general para denominar un espíritu o un fantasma, o cualquier presencia extraña durante la noche que puede tomar distintas formas.

Pero gradualmente se ha fusionado con el concepto o creencia de que un bokor o chamán pueden revivir a las personas que mueren a través de pociones secretas o magia y convertirlas en sus esclavos.

De hecho, el zombi es el resultado lógico de ser esclavo: sin voluntad, sin nombre y atrapado en una labor que no tiene final.

El amanecer de los muertos

Las naciones imperiales del norte se obsesionaron con el vudú en Haití por una buena razón.

Las condiciones en la colonia francesa eran muy lamentables, la tasa de mortalidad entre los esclavos era tan alta que eventualmente se rebelaron de sus amos e iniciaron una revolución en 1791.

Después de varios años, finalmente en 1804 se convirtieron en la primera república negra independiente. Desde entonces fue demonizada como un lugar violento, lleno de supersticiones y de muerte debido a que su mera existencia era una ofensa para los países europeos.

A través del siglo XIX, reportes de canibalismo, sacrificios humanos y peligrosos ritos místicos eran la constante.

Solo fue hasta el siglo XX, después de que EE.UU. ocupara Haití en 1915, que esas historias comenzaron a fusionarse alrededor de la palabra “zombi”.

Las fuerzas militares de EE.UU. intentaron destruir las creencias en el vudú, pero lo único que lograron fue afianzar aún más sus raíces.

Tiene mucho sentido que la película “El zombi blanco” apareciera en 1932, poco antes de que finalizara la ocupación de EE.UU. en Haití en 1934: los estadounidenses fueron a “modernizar” un país que consideraban atrasado, pero en vez de eso, volvieron con una superstición “primitiva”.

Las revistas populares se llenaron de historias de muertos llenos de deseo de venganza, que salían de sus tumbas y perseguían a sus victimarios.

Los que una vez eran fantasmas sin forma pasaron a tener la forma física de cuerpos en descomposición que salían de los cementerios haitianos.

Sin embargo, no fueron estas revistas populares las que llevaron a los zombis al punto más alto de las historias sobrenaturales en EE.UU.

Dos escritores al final de los años 20 no solo viajaron a Haití, sino que señalaron -de manera sensacionalista- que habían visto zombis de verdad.

No solo era una historia del gótico fantástico: los zombis, decían ellos, realmente existían.

Uno de ellos fue el periodista y oculista William Seabrook viajó a Haití en 1927 y escribió “La isla mágica” en 1927.

Seabrook se había hecho conocido por sus relatos sobre Arabia Saudita y África Occidental. En Haití pronto tuvo la oportunidad de tener contacto con el vudú y señaló que había estado poseído por los dioses.

En un capítulo de su libro, llamado “Los hombres muertos que trabajan en los cañaduzales”, al hablar de zombis hizo que lo llevaran a una plantación de azúcar donde le presentaron a los “zombis” que trabajaban en la noche.

“Los ojos eran lo peor. En verdad, eran como los ojos de un hombre muerto, no ciegos, sino fijos, desenfocados, sin ver”, se puede leer en una parte del capítulo.

Seabrook relata que sintió pánico, de forma momentánea, porque de repente todas las supersticiones que había escuchado se volvieron ciertas.

Pero pronto se encontró con una explicación racional: “Ellos eran nada más que pobres y ordinarios seres humanos que fueron forzados a trabajar allí”.

Este capítulo fue la base de la película “El zombi blanco”. Y Seabrook siempre se adjudicó introducir este tipo de relatos en la cultura popular de EE.UU.

Una leyenda que no muere

La otra escritora que hizo parte de esta introducción del género zombi es Zora Neale Hurston.

Muchos escritores que hicieron parte del llamado “Renacimiento de Harlem” en los años 20 y 30 estuvieron interesados en Haití, su proceso de independencia negra e hicieron campaña en contra de la invasión de EE.UU.

Sin embargo, Hurston era más conservadora y pensaba que la ocupación era algo bueno.

A pesar de sus creencias, Hurston había estudiado antropología y fue enviada a New Orleans para estudiar el hoodoo (una versión afroestadounidense del vudú).

Allí intentó convertirse en una sacerdotisa del vudú y sus relatos hablan de los momentos más impresionantes de su contacto con esta creencia, aunque sus apuntes antropológicos carecen, en algunos momentos, de un sustento académico.

Luego, en su libro informal de viajes sobre Haití, Tell My Horse (1937), Hurston no sólo nos dice que los zombis existen, sino que “tuve la rara oportunidad de ver y tocar un caso auténtico. Escuché los ruidos entrecortados de su garganta. Y luego hice lo que nadie más había hecho: lo fotografié”.

La imagen de Felicia Félix-Mentor, a la que Hurston llama zombi de la “vida real”, es verdaderamente inquietante.

Poco después de esta reunión, Hurston abandonó Haití de forma repentina porque creía que sociedades secretas vudú intentaban envenenarla.

Si Hurston se encontró con un zombi en Haití, la pobre mujer que sale en la imagen podría haber sido no tanto una criatura muerta en vida como una persona que había sufrido una muerte social, expulsada por su comunidad y tal vez sufriendo una profunda enfermedad mental (Hurston la conoció en uno de los hospitales psiquiátricos de Haití).

The Walking Dead también lleva el eco de esta historia.

La serie rara vez dio mucha importancia al escenario donde ocurría, pero varios grupos de supervivientes pasaron por Georgia, a través de paisajes abandonados que alguna vez albergaron enormes plantaciones de esclavos.

Comprender la historia del zombi es comprender las ansiedades que esta figura aún aborda en la cultura estadounidense contemporánea, donde la raza sigue siendo una cuestión de suma importancia.



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