El Viernes Santo, día de reflexión y solemnidad en la tradición cristiana, fue marcado por los servicios religiosos presididos por el Papa Francisco en la Basílica de San Pedro y en el emblemático Coliseo de Roma.
Antes de una procesión nocturna en el Coliseo para conmemorar este día, el Papa lideró un servicio religioso en la Basílica de San Pedro, donde la comunidad católica se reunió para recordar la muerte de Jesús por crucifixión, un evento fundamental en la fe cristiana.
El Viernes Santo, que precede a la Pascua, celebración central del cristianismo que marca la resurrección de Jesús, fue observado con solemnidad por el Pontífice y los fieles que se congregaron en San Pedro y en otros lugares de culto en todo el mundo.
A pesar de su estado de salud, el Papa Francisco, de 87 años, participó activamente en los servicios, llegando a la Basílica de San Pedro en silla de ruedas y presidiendo la Pasión del Señor desde su posición, rezando en silencio ante el altar.
En el Coliseo de Roma, el Papa Francisco presidió la procesión del «Vía Crucis», en la que los participantes recorren la antigua arena romana llevando una cruz, reviviendo las últimas horas de Jesús y deteniéndose para rezar y meditar.
En un gesto significativo, el Papa Francisco escribió personalmente las meditaciones para este año, reflejando temas como la guerra, la violencia contra las mujeres y la necesidad de perdón y humildad en el mundo actual.
El Vía Crucis del Papa Francisco será un diálogo con Jesús sobre los desafíos contemporáneos, como la violencia y la injusticia, mientras se reflexiona sobre la humildad y la redención que representa la figura de Cristo en la fe cristiana.
En un mundo marcado por la guerra, la injusticia y la falta de compasión, el Viernes Santo ofrece una oportunidad para la reflexión y la renovación espiritual, guiada por el liderazgo del Papa Francisco y la enseñanza de la Iglesia Católica.
