Fútbol, farándula, política del mismo guion, Fito y el conflicto armado interno, son temas de vanguardia que se han adueñado de la conciencia nacional. El tema de la política es una ecolalia ecuatoriana, donde la televisión se impone en el guion y en el contenido de la conversación. Fútbol, aquella empresa que vende emoción de masas, regionalismo, violencia y la infaltable corrupción. Farándula, una faceta que entretiene a todo el mundo, mezclando moda, belleza, fama, escándalo; más todavía, cuando esta farándula se entrecruza con la política o con el fútbol; pues, ver cómo llena páginas enteras la boda de la prefecta del Guayas, quiere decir que aquí no hace falta paparazis. Esto es Ecuador, esto el América Latina, este el mundo en que vivimos, el mundo en el cual matamos el tiempo y la ilustración.
Ahora la pregunta del milenio… ¿Y dónde están los libros? El 13 de diciembre de 2016, el diario El Comercio de Quito publicó una columna de opinión titulada “¿Cuánto se lee en Ecuador?”. Allí revelaba los siguientes datos: en Chile se leía –en ese tiempo- 5.4 libros por persona y por años; en Argentina, 4.6 libros por persona y por año. Estas cifras hacían referencia al estudio realizado por el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe, Cerlalc. Incluso el artículo puso en evidencia que la población lectora en Argentina era del 85 %; en Chile, el 82 %; en Brasil y México, el 77 %. Ahora, la segunda pregunta del milenio: ¿Qué pasa en Ecuador? Esta misma columna del diario quiteño decía que en la Mitad del Mundo se leía medio libro por persona y por año; además, la población lectora no pasaba del 43 %, en el mejor de los casos.
Pasados nueve años, escribimos a Cerlalc, consultando sobre la realidad en cuanto a las cifras básicas del hábito de la lectura en Ecuador. Su respuesta en el correo electrónico tenía una postura dudosa, con una respuesta simple de que en los últimos años se lee un libro por persona y por año, más dos libros incompletos. Con toda la resignación, se puede apreciar que nuestro país no es amante a la lectura, es más, nunca lo fue. A esta sentencia se añade una realidad: Ecuador no cuenta con estadísticas e indicadores precisos y efectivos sobre esta actividad misteriosa y lejana como es la lectura. Acá, la lectura es una dama desconocida, no deseada, expulsada de ese mundo en el que reina el fútbol, la farándula, el ostento, la envidia, el concepto parroquiano de la política de turno, el miedo y la maldición de Fito. Si algo falta, mil disculpas.
No sabemos desde cuándo vienen las famosas ferias del libro, un mercado pomposo donde los alcaldes hacen de las páginas, portadas y contraportadas la mejor plataforma política del año. Asimismo, las casas editoras, empresas que hacen su agosto en estos eventos, teniendo una mecánica mercantilista para atrapar al lector, pero desde el bolsillo, ya que ese encuentro libro – lector viene a través de conversatorios, charlas, conferencias, firmas y dedicatorias, contando con la presencia de escritores galardonados en los últimos tiempos. Aquí se nota con mayor claridad que las ventas aumentan, pero no la lectura, pues vale recordar que, “la casa nunca pierde”.
¿Y cuánto se lee en Ecuador?… Hemos de entender que, una gran parte de los libros comprados en estas ferias, o en las librerías, se convierten en libros de vitrina, de adorno; mucho más en estos tiempos posmodernos, cuando el Chat GPT y la omnipresente inteligencia artificial, hacen que, del chulla libro que se lee por persona y por año, en estas tierras equinocciales, no se lea ni una página más.
Nos hemos olvidado de los concursos del libro leído. Los tan sonados concursos de oratoria en los niños y adolescentes, no son otra cosa que declamaciones donde se luce el profesor de literatura, desde las butacas. El concurso del libro leído es otro cantar. Allí se lee un libro y se debate frente al público; previo a una lectura comprensiva, un resumen, un análisis, una conclusión. Eso es leer un libro.
El primer responsable de este gran vacío es el sistema educativo nacional, en todos sus niveles. Le siguen, en ese orden, los padres de familia. Si el profesor no lee, peor el estudiante. Si los padres de familia no leen, qué se espera del apego a la lectura de sus hijos.
Larga vida al TikTok, aplausos para el Chat GPT, bienvenida IA.
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