Todos sabemos quién debería ser el responsable del mantenimiento de los servicios de nuestra ciudad: el Municipio. Y dentro de él, las empresas públicas dirigidas por gerentes nombrados por el mismísimo Alcalde. Ese personaje que, en teoría, debería liderar Quito con acciones, decisiones inteligentes y, mínimo, algo de respeto ciudadano.
Pero no.
Hace años que Quito dejó de tener líderes en la Alcaldía. Pasamos de elegir gente que parecía inteligente, luego vino un pajarraco, y hoy tenemos a alguien con historial de glosas por pésimo manejo de recursos públicos. Pero claro, en esta ciudad, una glosa es casi un accesorio de moda política, no un impedimento para gobernar.
Ahora bien, si Muñoz tuviera liderazgo innato, autenticidad, una voz que inspire y algo de brillantez intelectual, su pasado quedaría en segundo plano. Porque, cuando hay verdadera razón y credibilidad, hasta podríamos seguirlo al “fin del mundo”. Pero la realidad es otra:
- Paga influencers para que los jóvenes lo escuchen (spoiler: no está funcionando).
- Cuando dice que “todo está bien”, son los concejales quienes exponen la verdad.
- Y, para rematar, nos enteramos de que otra vez no tenemos contrato de mantenimiento preventivo y correctivo del Metro.
Mientras tanto, los escándalos llueven y Quito vive al filo de cualquier desastre sin alguien que eleve la voz, conecte con la gente y defienda nuestras necesidades.
El único logro del alcalde es haber conseguido —y no sabemos a qué precio— un concejo que lo defiende. ¿El costo? El abandono total de los servicios que la ciudad pide a gritos.
Muñoz flota porque nos hunde a los demás.
¿La pregunta es: cuánto tiempo más vamos a aguantar ahogarnos por Pabel?
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