Los periodistas actuales parecen repetir un mantra enfermizo: “que salga como tenga que salgar, mientras haiga likes y retuits”. Así de simple. Así de doloroso.
El oficio nunca fue bien valorado, pagado o reconocido. Lo recuerdo nítidamente: en muchas agencias de Relaciones Públicas se decía que a los periodistas se los atraía con comida o “modelitos”. Sí, eso se decía de mi profesión.
Yo jamás me adapté a esa práctica porque me avergonzaba tratar así a mis colegas. Había sido periodista durante cinco años y sabía lo que valía la profesión. Siempre los traté con respeto, buscando generar interés real en mi trabajo. Pero debo admitir que también me crucé con algunos colegas que babeaban por esos incentivos, y con otros que vendían espacios o jugaban a dos manos: ser relacionadores públicos de empresas o movimientos políticos mientras trabajaban en algún medio. Esos eran los más hediondos.
Tristemente, después de años de haber saltado del periodismo a la comunicación corporativa, nada ha mejorado. La mediocridad se apoderó de toda una generación de comunicadores (con honrosas y escasas excepciones) que no saben escribir dos líneas sin cometer horrores de ortografía y sintaxis.
Muchos, de periodistas sólo tienen un registro del Senescyt, pero les falta lo esencial: oficio en la sangre. Una amiga, profesora de periodismo en una universidad privada “carítsima de París”, me confiesa que las inscripciones en la carrera están por los suelos. Y lo atribuye a las redes sociales: hoy cualquiera cree que “comunica”, que no necesita estudiar ni formarse.
Como si escribir con faltas, sin investigación, sin historia ni contexto, fueran simples “detalles”. Como si un influencer con un teléfono de 1.500 dólares y un plan de datos se pudiera comparar con un Bob Woodward o un Carl Bernstein.
Los politizados, con sorna, llaman a esta generación como “productores de contenido digital”. Y tienen razón. Ninguna profesión en el Ecuador se ha degradado tanto como el periodismo. Los cargadores de micrófonos de TC Televisión no son periodistas. Lo comprobamos en la marcha contra la Corte Constitucional: lo suyo era cualquier cosa, menos periodismo.
Los “medios digitales” de X (Twitter) tampoco tienen periodistas en sus filas. Y las llamadas “radios digitales” que difunden panfletos ideológicos, menos todavía.
La carrera de periodismo se muere. Los periodistas de verdad se apagan. Los medios con criterio y reputación cojean. Y aquella frase de Gabriel García Márquez —“el periodismo es la mejor profesión del mundo”— hoy suena a mentira piadosa.
0 comentarios