Ecuador y la Orquesta del Titanic

Ago 12, 2025

Por Clemente A. Pérez Negrete

En abril de 1912, cuando el Titanic comenzó a hundirse, la orquesta no abandonó el escenario. Tocó hasta el final. Era un gesto de dignidad… y resignación. No podían salvar el barco, pero podían mantener la calma mientras el océano reclamaba lo suyo.

Hoy, Ecuador (una vez más) vive su propio naufragio. Tenemos una crisis de seguridad que ha convertido barrios y ciudades enteras en zonas de guerra. El país cerró el primer semestre de 2025 con 4.619 homicidios, la cifra más alta de su historia en un periodo de medio año (EFE). Una crisis económica que exprime al ciudadano hasta el último centavo. Una crisis política en la que los partidos actúan como si el Estado fuera botín. Y, para completar el cuadro, una crisis institucional donde la Corte Constitucional parece más interesada en discutir si los sellos deben ser azules o negros, que en permitir leyes urgentes contra la delincuencia.

Mientras los jueces se entretienen en estas minucias de salón, Ecuador sangra. La realidad incómoda —ese dato que ningún político con aspiraciones de poder quiere reconocer en voz alta— es que la Corte está politizada. No por el Ejecutivo, sino por un club de intereses privados y estudios jurídicos que han convertido el neoconstitucionalismo en un lucrativo negocio: disfrazar la oposición política como doctrina legal. Son guardianes, sí, pero de una muralla que bloquea cualquier reforma real.

Aquí, la Corte debe entender que su papel no es impedir el cambio, sino darle viabilidad jurídica y abrir caminos para que la sociedad avance. De lo contrario, estaríamos congelados en el tiempo, como si la Constitución estadounidense siguiera avalando la esclavitud, prisioneros de inercias jurídicas y políticas.

Frente a esto, la consulta popular no es un capricho ni un ataque a la independencia judicial. Es un timonazo, un acto democrático que devuelve la maniobra a quienes fueron electos por el voto popular. Porque, si alguien lo olvida, independencia no es sinónimo de impunidad ni de parálisis institucional.

Quienes la rechazan gritarán que se busca “controlar” la Corte. La pregunta honesta es: ¿quién la controla hoy? No es el pueblo. La consulta busca romper ese cerco invisible y devolver la soberanía a su legítimo dueño: la ciudadanía.

Ecuador no puede darse el lujo de seguir tocando valses de neoconstitucionalismo mientras el barco se hunde. La consulta es quizás la última oportunidad para cambiar la melodía y ajustar el rumbo antes de que el agua llegue al puente de mando. Si este barco llega a puerto, será porque el pueblo decidió que valía la pena luchar… y porque quienes tenían el timón no se dejaron amedrentar por los guardianes de la inacción.

La orquesta del Titanic tocó hasta el final, y en Ecuador, a pesar del caos, la melodía no cesa. No porque el naufragio sea menos real, sino porque somos expertos en hacer música mientras todo se derrumba. Cerramos los ojos, escuchamos esa pasión absurda y seguimos creyendo que, si seguimos tocando, la tormenta amainará.

Pero el verdadero drama no es el hundimiento, sino que la orquesta cuenta con un director que sabotea la partitura: la Corte Constitucional. Mientras el país se desangra, ellos se aferran a sus juegos y protocolos, impidiendo que la música cambie y el barco pueda virar. Son los guardianes del bloqueo, los maestros de la inacción, quienes mantienen la farsa para proteger sus intereses.

Y así, mientras ellos siguen tocando su siniestra melodía, el tiempo se acaba y el naufragio se vuelve inevitable.



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