Trump y la Liga de la Hiedra

Ago 10, 2025

Por Luis Antonio Guijarro

La excelencia y prestigio académicos unen a las universidades de Harvard, Cornell, Brown, Dartmouth College, Pensilvania, Columbia, Princeton y Yale. Algunas son las más antiguas de EE.UU., con campus y bibliotecas verdaderamente icónicas, e incluso muchas han sido parte de producciones de Hollywood y series televisivas que ha contribuido a darles un aire mítico.

Estas ocho instituciones se fundaron entre 1636 (Harvard) hasta 1865 (Cornell), se ubican en el noreste del país, concretamente en los estados de: Massachusetts, Connecticut, Nueva Jersey, Nueva York, Pensilvania, Rhode Island, New Hampshire; y, son conocidas como las universidades de la “Ivy League” (Liga de la hiedra). El término se acuñó en 1954 para referirse, en general, a los deportistas de estas universidades que participaban en unas competencias deportivas organizadas por la Asociación Nacional Atlética Universitaria (NCAA, por sus siglas en inglés).

La “Liga de la Hiedra” fue bautizada así por la tradición con esta planta enredadera, siempre verde, que se adhiere y cubre las fachadas de los edificios históricos de estas universidades. El término hiedra también se refiere a la antigüedad y al prestigio de estos centros académicos que, excepto Cornell, fueron fundados antes de la guerra de la revolución de EE.UU. en 1775, y que terminó con su independencia el 4 de julio de 1776.

También tienen en común que son universidades privadas y que poseen ingentes recursos económicos, provenientes de donaciones, fundamentalmente de exalumnos, que a su vez con esos aportes les permiten ahorrar impuestos, tener acceso a la cantera de futuros profesionales y, paralelamente, tener prácticamente aseguradas las plazas de estudio para sus hijos e hijas, algo no menor tomando en cuenta los complicados y exigentes criterios de selección para el ingreso, resultando en porcentajes muy bajos de admisión. Estas bajas tasas de admisión con los altos costos de matrículas y otras tasas hacen que la educación en estos centros se limite a la elite económica del país y mundial. Los programas de beca están muy bien dotados, pero son muy escasos, de manera que el estudiante que no proviene de una clase acomodada y no tiene beca tiene que endeudarse fuertemente para el resto de su vida para gozar de una educación de excelencia en un centro académico de lujo.

En lo referente a las donaciones y para ponernos en contexto, estamos hablando de fondos financieros por este rubro de 52 mil millones de dólares (US$ 52.000 billones), para el caso de Harvard; y de 48 mil millones de dólares (US$ 48.000 billones), para Yale. Cifras astronómicas si comparamos con otras prestigiosas universidades en el mundo, como las británicas: US$ 12 mil millones en el caso de Oxford o US$ 9 mil millones en el de Cambridge. Frente a estas cantidades, el presupuesto ecuatoriano para todas las universidades e institutos de formación profesional de US$ 1,3 mil millones resulta una limosna.

Las universidades estadounidenses de la Liga de la Hiedra no son per sé las mejores en todas las facultades y estudios ni en los EE. UU ni en el mundo, pero son definitivamente entes financieros que poseen recursos excepcionales con redes de exalumnos muy poderosos e influyentes en todos los campos. Por si fueran pocos los ingresos mencionados, estas universidades reciben anualmente un fondo estatal extra destinado a fines investigativos.

El presidente Trump, al poco de tiempo de haber asumido el mandato, decidió hacer recortes, a 6 de las 8 Unis de la Ivy-League, de este presupuesto estatal; los recortes más importantes fueron para Cornell, con más de 1.000 millones de dólares, y para Harvard, con 3.000 millones de dólares menos, de los 9.000 millones de dólares de asignación anual para esta universidad, que por lo pronto se encuentran congelados, siendo motivo de investigación del uso de los fondos.

Si bien los recortes a la Universidad de Harvard han sido los que más atención de la prensa ha recibido por el monto, el renombre de esta institución y la moción del presidente de limitar e incluso prohibir el ingreso de estudiantes extranjeros, especial mención merece la Universidad de Columbia, que en marzo de este año fue la primera a la que Trump atacó con un recorte de 400 millones de dólares de su presupuesto anual de 1.100 millones de dólares.

El argumento esgrimido por el presidente Trump se basó en que las autoridades universitarias de Columbia habían demostrado una actitud claramente antisemita por su debilidad al no cortar de raíz las protestas estudiantiles contra Israel por el genocidio en Gaza. Me parece intolerable que en el país de la democracia y de la libertad de expresión la autoridad máxima del país imponga un bozal a un estudiantado que levanta la voz contra un genocidio. ¿Quiénes protestarían, si no lo hacen los universitarios contra una masacre que se vive y ve todos los días?

La actitud del ala conservadora del partido republicano hacia las universidades de elite no es nueva. Estos institutos de educación superior están considerados como una incubadora de futures opositores basados en encuestas que demuestran que la gran mayoría del profesorado tiene tendencias izquierdistas. Lo interesante es que éstos que rechazan las universidades por elitistas realizan sus estudios allí. El mismo Trump obtuvo una licenciatura en economía con mención en bienes raíces y gestión financiera en la Universidad de Pensilvania. El vicepresidente Vance es abogado, egresado de la escuela de leyes de Yale; sin embargo, eso no le impidió dar la conferencia: “Las universidades son el enemigo”, en 2021.

El particular enconamiento del presidente estadounidense con la Universidad de Columbia no es nuevo, viene desde del 2000 cuando la universidad se negó a comprar al magnate Trump unos terrenos para la ampliación de su campus por el monto exacto de US$ 400 millones. A esto se suma que el presidente de esta universidad, Lee Bollinger, en 2020 se manifestó públicamente en contra de una reelección de Trump.

Respecto de la argumentación del antisemitismo lo único que se puede agregar es que parecería que Israel tiene comprada a la primera potencia mundial. Israel es a EE.UU. lo que la kriptonita a Supermán. Ojalá se encuentre un antídoto efectivo contra la kriptonita, no vaya a ser que esta termine destruyendo a Supermán.



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