Una de las manifestaciones sociales, culturales y biológicas en la nueva época de gran parte de la humanidad, es sin duda la obesidad; que lejos de ser un problema de decisión personal, es el resultado de un “contexto obesogénico”.
El aumento de la masa corporal en las personas y mascotas, deriva de la promoción de una cultura, mas no por “debilidad de carácter” o gula, falta de voluntad para elegir comida saludable, o para realizar ejercicio; que estigmatiza y responsabiliza a la propia víctima de un problema sociocultural.
La evolución hizo que nuestro metabolismo por necesidades y crisis de alimentos en el paleolítico, acumuláramos grasa en tiempos de abundancia para soportar hambrunas, las cuales al no existir en los tiempos modernos nos llevan al sobrepeso y la obesidad y las enfermedades subsecuentes: diabetes, hipertensión, cáncer, ansiedad y depresión, y más.
La sobreproducción alimentaria es un negocio y el mercado la ha transformado en un producto adictivo, siendo el entorno mercantil un oferente de gustos y preferencias que están fuera del control racional del consumidor, cuyas consecuencias no son visibles y por tanto previsibles.
Las evidencias que difunde la OMS del proceso de los comestibles, que no necesariamente son alimentos, tales como los “disruptores endocrinos”, alteran el metabolismo, estimulando zonas cerebrales de placeres y recompensas inmediatas que nos llevan a dependencias y adicciones con consecuencias obesogénicas.
Nuestro complejo sistema evolutivo de recompensa está regulado hacia consumir más y luego volver a desear más, por lo que la voluntad en estos circuitos alterados, poco puede hacer, por eso la moral lejos de ser un sistema de control, es un sistema de culpa y vergüenza que acaba deprimiendo al individuo y agravando su problema, pues la ansiedad y el estrés también se calman provisoriamente con la ingesta.
El contexto de miedo e ira de las redes que generan un estrés crónico (cortisol) más un estímulo de satisfacción insuficiente (dopamina), son clave para el cambio metabólico en cada persona.
En la alimentación, al igual que todos los actos humanos, los ritos de la mesa, las bendiciones
según cada creencia y el intercambio familiar y social, sustituidos por las pantallas, terminan cerrando el círculo, para la prevalencia de la mercancía comida-chatarra de la satisfacción inmediata con el incremento de la adiposidad.
Por otro lado están las desviaciones en la imagen corporal y el miedo a ser rechazados socialmente por no cumplir los estándares del mercado de la belleza, pero ese es otro tema para otra entrega.
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