A la memoria de García Moreno

Ago 7, 2025

Por Kléver Antonio Bravo

Ayer fue un día para recordar la muerte de uno de los presidentes más sobresalientes de nuestra historia republicana. Y sí. Han pasado 150 años, y hasta la fecha, resulta imposible creer que García Moreno murió asesinado por un marido celoso. Claro que su muerte no fue solamente de la mano, ira y machete de Faustino Lemos Rayo. Fue una confabulación entre el marido de Mercedes Carpio, los hijos de los liberales que murieron en el paredón y otros enemigos que, ajustando su remordimiento, guardaron silencio hasta que llegue el día.

A sus 15 años de edad, Gabriel García Moreno vino desde Guayaquil a educarse en el colegio San Fernando, en la capital. Tal como dice don Simón Espinosa en su libro Presidentes del Ecuador, desde esos años ya exhalaba unas ganas irresistibles de alcanzar el éxito, de ganar, de triunfar. Con una beca de Rocafuerte, ingresó a la Universidad Central donde estudió Derecho, haciendo de su vida de estudiante una rutina de sacrificio, leyendo más de lo que le correspondía a cualquier estudiante común, siendo este el motivo para que pueda humillar a sus mismos profesores. En síntesis, se sentía un “superdotado”, a tal punto que se casó con Rosa Ascásubi y Matheu, dama de la alta alcurnia quiteña, mayor a él con 13 años. Más que amor, se notaba que era una inversión política y social.

Sus viajes a Europa ratificaron su vocación de científico en la historia, química, física, álgebra, botánica y zoología; aparte, se hizo un católico dogmático y un intelectual con altos niveles de egolatría. A su regreso a Ecuador, en 1857, fue nombrado rector de la Universidad Central, elegido senador de Pichincha y alcalde de Quito en el año 1857. Asimismo, fue coautor de la crisis del año 1859, de lo que fue también parte de la solución; salvando así de lo que sería un Ecuador dividido en cuatro ecuadores. De hecho, Ecuador se salvó de esta escisión política y territorial, lo que le catapultó a la presidencia de la República, gracias a la bondad de la Asamblea de ese entonces.

Ya en Carondelet, García Moreno fue claro en la aplicación de sus políticas de Estado: cursos de acción concretos, control hegemónico del presupuesto nacional; en definitiva, ética y prosperidad. Prosperidad a cualquier precio, sea este el camino de la legalidad o el camino de la crueldad, dado que en un país donde cundía –y cunde- la corrupción, la mano dura era su herramienta de trabajo y de transformación. Para esto, el gobernante se valió del Ejército, de la Iglesia y de las clases dominantes de la Costa y de la Sierra.

Durante sus 17 años de gobierno, su poder de planificación, liderazgo cruel y la octava Constitución, le permitieron hacer de Ecuador el país próspero. En ese tiempo, la educación tomó fuerza con la venida de los Hermanos Cristianos y las monjitas de los Sagrados Corazones, esto para la educación primaria; los sacerdotes jesuitas, para la secundaria; y, un pelotón de sacerdotes científicos de esta misma congregación, para la fundación de la Escuela Politécnica Nacional y la edificación del observatorio astronómico, ubicado –y de buen funcionamiento- en el parque La Alameda. De los planes viales, logró su sueño de unir la Costa y la Sierra a través de carreteras, puentes y caminos, a lo que se suma la primera construcción del ferrocarril en la Costa. Así también, en aquellos años se fundó la Escuela de Bellas Artes; la Escuela Militar, llamada con membrete europeo Escuela Práctica de Cadetes.

En cuanto al Ejército, su gran alianza se tradujo en una reorganización, profesionalización y dotación de armamento efectivo, pero siempre con la disciplina férrea y selectiva, razón por la que se hizo nombrar comandante general en 1869, lo que le disfrazaría de jefe de las operaciones en el tristemente recordado combate de Las Gradas, cerca de Tulcán, a fines de julio de 1862. Allí cayó prisionero de los soldados colombianos; y, al ser liberado, fue a parar en una escuela de Tulcán, donde recibió una bofetada de una señora pastusa que le dijo: “Bámbaro, si no sabes de guerra, para qué te metes… mi hijo murió en este combate y mi otro hijo sigue prisionero”. De las tantas bofetadas que lanzó García Moreno a sus enemigos políticos, a ministros, a oficiales del Ejército, la vida le cobró con la bofetada de una señora pastusa.

En mayo de 1875, García Moreno fue elegido presidente por tercera vez, con lo cual se sabe, continuaban sus obras a favor del país. Hasta que llegamos al día viernes 6 de agosto de 1875. De lo que se conoce, ya hubo una conspiración para el asesinato. Allí estaban los actores directos: Roberto Andrade, Manuel Cornejo, Abelardo Moncayo; actores indirectos: Hipólito Moncayo, Manuel Polanco, Juan Elías Borja, Rafael Portilla y dos sobrinos de Juan Montalvo. En ese día, y en esa hora, García Moreno salía de la Catedral, luego de su oración diaria, en dirección al Palacio de Carondelet, donde fue interceptado por Faustino Lemos Rayo, quien descargó sus machetazos diciendo: “llegó tu día desgraciado”, a lo que respondió el presidente con sus últimas palabras: “Dios no muere”.

Con la muerte de García Moreno, el gran proyecto de modernización de Ecuador, cayó en picada. Nada ni nadie pudo rescatarlo en décadas posteriores.



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