En un inesperado viraje de su política exterior, la Administración de Donald Trump reactivó la licencia para que Chevron opere nuevamente en Venezuela, como parte de un acuerdo más amplio negociado con los presidentes Nicolás Maduro y Nayib Bukele, según reveló The Wall Street Journal.
El acuerdo incluye tres componentes clave:
- El retorno de 252 migrantes venezolanos deportados por Estados Unidos.
- La liberación de 10 ciudadanos estadounidenses presos en cárceles venezolanas.
- Y un compromiso de El Salvador de recibir a los deportados en su polémico centro antiterrorista, impulsado por Bukele.
Chevron podrá extraer petróleo, pero no deberá transferir ganancias ni tributos al régimen de Maduro, conforme a los límites impuestos por el marco sancionatorio estadounidense. La decisión busca contrarrestar la creciente presencia de China en los campos petroleros venezolanos, que alguna vez fueron bastiones de la petrolera estadounidense.
Chevron, por su parte, aseguró que acatará todas las normativas vigentes bajo las sanciones de Washington.
Marco Rubio toma protagonismo en la negociación
El arquitecto del nuevo acuerdo no fue el enviado especial Ric Grenell, sino Marco Rubio, ahora secretario de Estado. Su rol ha sido clave en esta nueva etapa de acercamientos parciales, aunque ha generado fisuras dentro del Partido Republicano.
El ala más dura del partido, conocida como los “Locos Cubanos”, ya expresó su descontento. Exigen mantener la línea dura contra Caracas y alertan que este tipo de acuerdos revive al chavismo justo en un año electoral crítico para Venezuela.
Para analistas como Asdrúbal Oliveros, el regreso de Chevron podría inyectar divisas a la economía venezolana y aliviar tensiones en el mercado cambiario. Pero otros, como Nicmer Evans, advierten que este gesto le da oxígeno político al chavismo, que gana legitimidad y margen de maniobra justo cuando la presión internacional parecía surtir efecto.
El giro evidencia cómo la geopolítica del petróleo sigue condicionando los equilibrios entre Washington y Caracas, dejando a la oposición más radical en una posición frágil y a Maduro con una renovada carta de negociación internacional.
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