Guayaquil a los 490 años: entre la memoria, la crisis y la esperanza

Jul 25, 2025

En su aniversario 490, Guayaquil se mira a sí misma con una mezcla de nostalgia, preocupación y anhelo. A través de un diálogo entre el sociólogo Héctor Chiriboga y el urbanista Juan José Jaramillo, se traza un retrato de una ciudad que ha cambiado profundamente, pero que también carga viejos problemas sin resolver.

Ambos invitados coinciden en que Guayaquil conserva una característica esencial: la resiliencia de su gente. A pesar de las crisis —inseguridad, desigualdad, servicios públicos deficientes—, todavía hay ciudadanos que creen, emprenden y siguen apostando por su ciudad. Sin embargo, esta resiliencia convive con una fragmentación social más aguda, marcada no solo por clases o zonas geográficas, sino por nuevas identidades ligadas a la migración y, también, por el impacto cultural de fenómenos como el narcotráfico.

El boom de la regeneración urbana iniciado a fines de los 90 representó un punto de inflexión en la autoestima del guayaquileño. Espacios como el Malecón 2000 o el nuevo aeropuerto devolvieron el orgullo de pertenecer a una ciudad moderna. Pero ese impulso no se sostuvo en el tiempo. Hoy, esa transformación parece estancada, sin una visión renovada que responda a los desafíos actuales, especialmente el de la seguridad.

Urbanismo excluyente y sin planificación

En términos urbanísticos, Guayaquil ha crecido hacia el norte y hacia la vía a la costa, pero de forma desordenada y excluyente, con urbanizaciones cerradas que refuerzan la separación entre ciudadanos. Se ha perdido el modelo del barrio abierto, comunitario, que daba identidad a zonas como Las Peñas o el Centenario. Los expertos coinciden en que la falta de planificación urbana amenaza con replicar errores del pasado.

Uno de los síntomas más visibles del deterioro del tejido urbano y social es la pérdida de la calle como espacio público. Las calles ya no son recorridas, vividas, defendidas. El miedo ha encerrado al ciudadano, especialmente al joven, que muchas veces desconoce incluso los espacios emblemáticos de su ciudad. Este distanciamiento limita la posibilidad de construir un verdadero sentido de pertenencia.

Aunque hay señales de activismo juvenil en fechas como el 8M o el 1° de mayo, los grandes movimientos sociales ya no se sienten con la fuerza de antes. La participación se ha vuelto más puntual, más atomizada, y en algunos casos, más radicalizada.

Para los invitados, el futuro de Guayaquil dependerá de si logra articular una visión común: más equitativa, humana y solidaria. Urge liderazgo —desde las universidades, el municipio y la sociedad civil— que piense la ciudad a largo plazo, incorporando retos como el cambio climático y la integración cultural. Porque más allá del orgullo festivo, lo que está en juego es la posibilidad de que el guayaquileño vuelva a amar su ciudad… porque la conoce, la camina y la siente suya.



Comentarios

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


Te puede interesar





Lo último