Desde que Viviana Veloz fue iluminada por la luz cenital del teatro de la política, me llamó la atención. Joven, delgada, con fiereza en los ojos y un gesto desafiante. Nunca pensé que fuera fea, pero sí notaba que cojeaba en su estilo. Mi curiosidad sobre esa figura enjuta creció cuando supe que era novia de uno de los peores alacranes de la Revolución Ciudadana: un hombre que fácilmente le dobla la edad y que provoca grima solo de verlo.
No entendía por qué ella despertaba en mí esa mezcla de incomodidad y empatía… hasta que lo entendí: una víctima reconoce a otra.
Viviana Veloz, durante una sesión del pleno de la Asamblea, reveló que fue una niña abusada sexualmente cuando tenía apenas cuatro años. Escuché sus palabras, intenté analizar el mensaje, pero fracasé. Ella no miente. Se le quebró la voz al recordar (porque el olvido no es opción para nosotras), pero se recompuso. Como nos ha tocado recomponernos a todas las que, de niñas, tuvimos que crecer rápido, entender rápido y defendernos rápido porque estábamos solas.
Su discurso pasó inadvertido para muchos, sepultado bajo la mezquindad del lumpen que vive y come de la política. Sus propios compañeros convirtieron tan terrible confesión en un sainete. Ricardo Patiño, con su video obsceno en el que actúa como defensor de su compañera y ensaya lágrimas de cocodrilo, fue el peor.
Del otro lado, los trolls opositores a la RC —esos morados que apestan igual porque vienen del mismo hueco— intentaron desacreditar sus palabras con una vileza escalofriante. Se lanzaron a decir que “cómo puede ser víctima si es dueña de un motel”.
¿Cómo alguien puede hilar tan fino (y tan sucio) como para sugerir que Viviana no sufrió una violación porque ahora tiene un motel?
Tener un motel no la hace inmune a haber sido abusada. No la hace menos mujer, menos persona, menos víctima.
Un motel es un negocio lícito. No es un giro elegante, cierto, pero es rentable y normal. ¿Cuántos moteles hay en Ecuador? ¿Cuántos no han visitado ustedes? ¿En todos se viola? No. ¿En todos se abusa? No. Entonces, ¿por qué su propiedad la convierte en cómplice de violadores?
En Ecuador, 8 de cada 10 mujeres hemos sufrido algún tipo de abuso sexual, y el 21 % de niñas y niños han padecido esta violencia (una cifra que, me temo, en realidad debe ser mucho más alta). No tengo ninguna simpatía por los miembros de la Revolución Ciudadana; no son gente con la que yo podría compartir mi mesa. Pero eso no me impide reconocer que Viviana Veloz es una mujer que ha sufrido violencia. Me lo dicen sus acciones, sus decisiones… y ese brillo de rencor que arde en sus ojos oscuros.
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