Comprender la misión de la defensa en un país es clave, sobre todo si se piensa que la conducción civil de ella es un elemento fundamental en momentos en los cuales el país requiere un direccionamiento claro y bien fundamentado para cumplir no solo con la misión de las Fuerzas Armadas que, actualmente están inmiscuidos directamente en la grave problemática de la seguridad ciudadana, sino en todo el espectro de lo que ella significa en tanto institucionalidad, doctrina, formación, procedimientos, marco legal, entre otros.
Desde el entendido que quien lidera el Ministerio de Defensa constituye la bisagra estratégica entre las orientaciones y dinámicas del conductor del Estado y los tomadores de decisión del sector, y las decisiones derivadas dentro del nivel de la conducción estratégico- militar liderada por el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas es imprescindible contar con los respectivos documentos rectores con mirada prospectiva (llámense políticas, estrategias, planes) una especie de brújula que dirija el camino de un campo tan complejo, amplio y sensible y que además presente los respectivos criterios de evaluación y rendición de cuentas a la ciudadanía.
Expertos contemporáneos como John Gold y George Revill, aluden a que la defensa es de amplias y enriquecedoras connotaciones; van desde la prevención y anticipación estratégica de ataques físicos, responsabilidad frente ataques simbólicos y relacionado con los campos de la seguridad y control, hasta las acciones para minimizar riesgos que puedan afectar la estabilidad y la propia supervivencia del estado democrático. Por tal motivo, es preciso repensar la orientación de la defensa cuando habitamos un mundo con una clara incertidumbre dinámica, volatilidad emergencias y disrupciones, que nos obligan a desarrollar pensamiento estratégico de alto nivel, con criterios y orientaciones actualizadas, donde el anacronismo y los paradigmas de tiempos pasados, han quedado superados, frente a los retos que exige la región y el mundo con condiciones geopolíticas y geoestratégicas altamente complejas y variables.
Es más, si se alude a la denominada globalización desviada, propuesta muy acertada de Nils Giilman, como analítica para entender lo que se denomina la realidad global como una plataforma de convergencia criminal, cabe señalar que el planeta está caracterizado por una interdependencia compleja en los ámbitos económicos, sociales culturales, tecnológicos, ambientales, políticos, también es una ventana para integración de otra índole.
La integración de personas, mercados principalmente derivados de la liberalización del comercio, el desarrollo de los medios de transporte de personas y mercancías, como sostienen varios expertos , y particularmente las tecnologías de la información y comunicaciones, a nivel mundial han provocado dinámicas de desfronterización, desterritorialización y desespacialización, condiciones bien aprovechadas también por grupos criminales, que han optado por llenar vacíos y desatenciones de los Estados ( a nivel físico, de control, vacíos legales y de vigilancia) que se han viso imposibilitados de controlar esta nuevas dinámicas derivadas de la globalización. Como consecuencia la geopolítica criminal se ha ido consolidando paulatinamente afectando en mayor o menos escala a prácticamente a todos los países del planeta.
En este sentido, Ecuador no es la excepción y a partir de la declaración del Conflicto Armado Interno, dio un giro a las responsabilidades y atribuciones de las Fuerzas Armadas, que desde 2024 están inmiscuidos en seguridad ciudadana. Uno de los autores más reconocidos como Liddel Hart, mencionaba que la gran estrategia es la ciencia y arte de coordinar y dirigir todos los recursos de la nación tras el logro del objetivo político nacional, debiendo accionar además del potencial militar, el diplomático, el económico y el psicosocial, contribuyendo a debilitar la voluntad de resistencia al adversario. Cabe preguntarse en este momento ¿quién es el verdadero adversario? Ecuador atraviesa un ciclo de conflictividad y crisis en seguridad, articulada sistémicamente a otras crisis como la económica, la política, discursiva, moral y hasta de liderazgo, que marcan al país en medio de un entramado de circunstancias que se han sumado: corrupción, impunidad, desarrollo desigual, abandono a determinados espacios y territorios, que hoy están pasando factura, por cierto, más a unos que a otros.
Las Fuerzas Armadas como el medio militar de la defensa están librando un gran desafío que exige de partida orientación estratégica sostenible de largo alcance y una Política clara que permita defender intereses nacionales, proteger la integridad territorial, la soberanía, preservar la paz y la estabilidad del país ser parte y apoyo a la seguridad internacional. Todo esto en un marco de transparencia y legitimidad frente a la ciudadanía.
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