La producción global de cocaína alcanzó niveles históricos, con un aumento del 34% entre 2023 y 2024, hasta llegar a 3.708 toneladas, según el último Informe Mundial sobre Drogas publicado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC). Este crecimiento explosivo marca el mayor salto en una década y va de la mano con la expansión del narcotráfico hacia nuevos mercados en África, Asia y Oceanía.
Leonardo Correa, coordinador regional de la UNODC, advirtió en entrevista con Contacto Directo que el fenómeno está fuera de control y que las estrategias actuales no están funcionando. “Estamos frente a redes criminales cada vez más articuladas a nivel global, mientras los países siguen tratando de combatir el problema dentro de sus propias fronteras”, afirmó.
Entre los datos más alarmantes del informe está el crecimiento de consumidores de cocaína: de 17 millones a 25 millones. Sin embargo, esta droga no es la más consumida. El primer lugar lo ocupa el cannabis (244 millones), seguido por los opioides, las anfetaminas, la cocaína y el éxtasis.
Pese a las incautaciones —que también alcanzaron un récord con 2.275 toneladas decomisadas— la ONU alerta que el enfoque punitivo sigue siendo insuficiente. Ecuador figura como el segundo país con más droga incautada: 670 toneladas, solo detrás de Colombia.
“Más que una guerra contra las drogas, lo que existe es un problema que no se ha sabido resolver”, dijo Correa. “El objetivo del narcotraficante no es solo mover droga, sino transformar ese dinero en poder, lujo e influencia. Es ahí donde hay que intervenir”.
El funcionario internacional también señaló que la crisis va más allá del tráfico: el consumo se está disparando en poblaciones vulnerables, muchas veces empujadas por la pobreza, la desigualdad y la falta de oportunidades. Sin embargo, solo una de cada 12 personas con adicciones recibe tratamiento.
Consultado sobre la posibilidad de legalizar drogas como respuesta alternativa, Correa reconoció que el tema está en debate, pero advirtió: “Legalizar no es una decisión simple. Tiene implicaciones sanitarias, económicas y medioambientales. Es una discusión válida, pero debe hacerse con base en evidencia, no en ideología”.
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