El futuro de la química 

Jul 4, 2025

El Congreso Mundial de Química Verde, organizado por la IUPAC (Unión Internacional de Química Pura y Aplicada), emitió la Declaración de Estocolmo sobre el “Futuro de la Química” que constituye un llamado urgente y transformador hacia una química sostenible, ética y responsable. Esta declaración no solo destaca la necesidad de reformular los objetivos de la […]

El Congreso Mundial de Química Verde, organizado por la IUPAC (Unión Internacional de Química Pura y Aplicada), emitió la Declaración de Estocolmo sobre el “Futuro de la Química” que constituye un llamado urgente y transformador hacia una química sostenible, ética y responsable. Esta declaración no solo destaca la necesidad de reformular los objetivos de la ciencia química en el contexto de una preocupación ambiental global, sino que también redefine el rol de la química como agente de cambio en la construcción de un futuro más justo, saludable y ambientalmente equilibrado.

El documento se enmarca dentro de los objetivos del desarrollo sostenible de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas, y propone una nueva visión para la práctica química: una ciencia al servicio de las personas y el planeta. Aquí se describe y analiza su contenido, los principios rectores y las implicaciones prácticas, así como sus posibles amenazas.

La Declaración de Estocolmo se dio durante la pandemia COVID-19 y surge como respuesta, proponiendo una nueva narrativa para la química del siglo XXI: una disciplina regenerativa, inclusiva, segura y circular. En palabras de los firmantes, “la química debe reinventarse para crear soluciones sostenibles que respondan a los desafíos sociales y ambientales”.

El documento se estructura alrededor de 10 principios fundamentales, 1. Diseño de productos y procesos seguros. 2. Promoción de la economía circular. 3. Reducción del uso de sustancias peligrosas. 4. Transparencia en la cadena de valor. 5. Educación transformadora. 6. Acceso equitativo a tecnologías químicas sostenibles, especialmente en países en desarrollo. 7. Innovación abierta y colaborativa, promoviendo alianzas entre academia, industria, gobiernos y sociedad civil. 8. Participación ciudadana y toma de decisiones inclusivas, reconociendo el derecho de las comunidades a vivir en un entorno saludable. 9. Evaluación de ciclo de vida en productos químicos, considerando su impacto desde la extracción de materias primas hasta su disposición final. 10. Compromiso con la justicia ambiental, priorizando la protección de poblaciones vulnerables y ecosistemas en riesgo.

Estos principios no solo constituyen un ideal aspiracional, sino también una hoja de ruta concreta para orientar políticas públicas, investigaciones científicas, desarrollos tecnológicos y prácticas educativas.

La implementación efectiva de los principios de la Declaración de Estocolmo requiere una transformación estructural en múltiples niveles. En el ámbito académico, implica revisar los planos de estudio de carreras científicas, para incluir de forma transversal contenidos sobre sostenibilidad, ecotoxicología, análisis de ciclo de vida y diseño verde. A nivel industrial, demanda una inversión significativa en tecnologías limpias, innovación en materiales alternativos, y responsabilidad extendida del productor.

El compromiso para una ciencia sostenible es uno de los mayores desafíos. Esto implica un cambio de paradigma en el sector químico tradicional, muchas veces guiado por criterios económicos y de rentabilidad. La transición hacia una química verde, ética y circular puede ser vista como una amenaza por sectores que se resisten a modificar sus prácticas. Pero  ciertamente durante el avance del siglo XXI se han visto cambios hacia una química sostenible y que estos no representan un obstáculo al desarrollo, sino una oportunidad para liderar una nueva economía basada en el respeto por los límites planetarios y el bienestar colectivo.

Además, es necesario generar marcos regulatorios coherentes e incentivos financieros para impulsar la innovación sostenible, incorporando plataformas de diálogo entre científicos, autoridades y comunidades. El papel de las organizaciones internacionales, como la IUPAC o el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), son claves para facilitar la cooperación global y garantizar el cumplimiento de los principios propuestos.

La Declaración de Estocolmo sobre el Futuro de la Química marca un hito en la historia de esta ciencia, al proponer una reorientación ética, ambiental y social sin precedentes. No se trata simplemente de una declaración de buenas intenciones, sino de una invitación a repensar críticamente el propósito y las consecuencias de nuestra actividad científica. Adoptar sus principios significa asumir la responsabilidad de construir una química que no solo explique el mundo, sino que contribuya activamente a sanarlo.

La humanidad enfrenta desafíos sin precedentes —como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación química global— que solo podrán ser superados con una transformación integral de nuestras formas de producir, consumir y convivir; donde la química tiene un papel central en esa transformación la de una ciencia que, lejos de ser parte del problema, se convertirá en parte esencial de la solución.



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