Durante siglos, se creyó que muchas dolencias femeninas eran causadas por un órgano rebelde que vagaba por el cuerpo: el útero. Según la antigua teoría del “útero errante”, este podía flotar desde el abdomen hasta el pecho, oprimiendo órganos vitales como los pulmones o el hígado, y provocando síntomas como desmayos, angustia emocional o incluso lo que siglos más tarde se llamó “histeria”, reseña BBC Mundo.
Los remedios para controlar a este “órgano errático” iban desde exponer la nariz a olores fuertes para espantarlo del pecho, hasta fumigar con hierbas aromáticas la pelvis para atraerlo hacia abajo. Incluso se recetaban el matrimonio o el embarazo como “tratamientos”, bajo la absurda creencia de que un útero activo era un útero feliz y estable.
Pero el tiempo, la ciencia y la anatomía desmontaron este mito. El útero no viaja libremente por el cuerpo, pero sí tiene movilidad dentro de ciertos límites, y esa movilidad es esencial para funciones como la menstruación, la fertilidad y el embarazo.
¿Qué tan móvil es el útero realmente?
Ubicado entre la vejiga y el recto, el útero está suspendido por ligamentos que le permiten inclinarse y balancearse, adoptando posiciones que varían entre anteversión (hacia adelante), retroversión (hacia atrás) o intermedia. Estas posiciones pueden influir, por ejemplo, en dónde se sienten los cólicos menstruales: en la espalda o en el abdomen, según el ángulo uterino.
Durante el embarazo o la excitación sexual, el útero también cambia de posición. Incluso el cérvix (la entrada del útero) sube, baja y se ablanda dependiendo del momento del ciclo menstrual.
Otra revelación fascinante es que las trompas de Falopio pueden “buscar” al óvulo, incluso si este fue liberado por el ovario del lado opuesto. Son como “exploradoras flexibles” que, mediante movimientos sutiles, guían al óvulo hacia el útero. Esta movilidad es clave para la fertilidad, pero también explica el riesgo de embarazos ectópicos, cuando un óvulo fecundado se implanta en la trompa y no en el útero.
Los ovarios, aunque más fijos, también se mueven levemente dentro de la cavidad pélvica. Este movimiento puede volverse problemático en situaciones como la torsión ovárica, una emergencia médica dolorosa que requiere atención inmediata.
Cuando el movimiento causa problemas
A pesar de sus beneficios, un exceso de movilidad o un soporte debilitado puede derivar en condiciones como el prolapso uterino, en el que el útero desciende dentro o fuera del canal vaginal, especialmente tras varios partos o con la edad. También puede verse limitado por adherencias de la endometriosis o cirugías, que generan dolor al restringir el movimiento natural de los órganos.
Hoy, gracias a la ciencia, se sabe que el cuerpo femenino no necesita ser “domesticado” ni “estabilizado” con supersticiones. La movilidad del útero no es peligrosa, es necesaria. Y entenderla es parte de dejar atrás siglos de ignorancia disfrazada de medicina.
Porque el cuerpo femenino no es errático ni misterioso. Solo ha sido malinterpretado durante demasiado tiempo.
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