La narrativa armada

Jun 29, 2025

Por Heidi Galindo

Dicen que es más fácil engañar a la gente que convencerla de que ha sido engañada. La reciente guerra entre Israel, EE. UU. e Irán duró trece días, aunque ya nos vendieron la cifra de doce, más épica y funcional al relato. No fue tanto una confrontación militar como una escenificación estratégica. La destrucción fue real, las víctimas también, pero el relato dominante priorizó el efecto sobre el objetivo. No hubo desarme nuclear en Irán, ni resolución del conflicto; hubo, en cambio, una administración simbólica del enfrentamiento, cuidadosamente dosificada para no alterar el equilibrio general. Se trató, en esencia, de una narrativa armada: una estrategia para simular acción y reforzar hegemonías.

El cinismo moderno, muy lejos del que abogaba por la armonía con la naturaleza y la virtud, se manifiesta hoy en forma de cálculo desprovisto de escrúpulos. Todos manipulan; la verdadera cuestión es a quién elegir como referente de confianza. Cada actor afirma haber vencido: Israel inició ataques para frenar el desarrollo nuclear iraní, EE. UU. continuó con su ofensiva y luego se presentó como garante de orden —y, por supuesto, candidato al Nobel de la Paz por mediar en el conflicto—, mientras Irán aparece golpeado, pero en pie. Todo el guion fue funcional: se evitó una guerra abierta, se preservó la tensión, se manipuló la percepción. Y los medios repitieron, sin fisuras, la versión de los estrategas.

Pero lo que se omite puede resultar tan elocuente como lo que se repite. Gaza continúa sometida a un genocidio implacable. La revista médica The Lancet documentó que, durante los primeros nueve meses de la invasión israelí se produjeron cerca de 64.000 defunciones por lesiones traumáticas, cifra superior en más del 70% a la reportada por las autoridades palestinas y medios oficiales. ¿Cuál será entonces la magnitud real hoy? Lo que sí persiste —y sin matices— es la impunidad. Estos hechos son sistemáticamente ignorados o relegados en las narrativas dominantes, mientras el arsenal nuclear israelí permanece fuera de toda supervisión externa y el derecho internacional se subordina a intereses geopolíticos.

No se busca justicia, ni verdad, ni paz: se busca continuidad. Esta guerra no cesará porque su utilidad no ha cesado. El enemigo debe existir, el relato debe fluir, y el espectador debe creer que todo esto tiene un propósito. La guerra se vuelve administrable; la verdad, desechable —como en aquel simulacro que describiera Baudrillard.



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