Alemania, la locomotora del tren europeo sin conductor

Jun 28, 2025

Por Luis Antonio Guijarro

Extraño aquellos años cuando llegué a Alemania en los que al oír las noticias de la radio los problemas del mundo se limitaban a algún fenómeno natural que sacudía alguna parte del hemisferio o a las subidas o bajadas del euro frente al dólar o a la preocupación de Bruselas por las deudas internas de sus socios de los países mediterráneos de la Unión Europea, también muy importante el pronóstico del tiempo y al estatus de congestión de la Autobahnen (autopistas) por las que tendría que circular.

Noticias de conflictos bélicos, como el ruso-ucraniano, quedaban zanjados diplomáticamente mediante firma de protocolos (Minsk I y II, este último en el 2015), que, aunque luego resultaron que por parte europea chiste no más habían sido, en ese entonces se consiguió que sigamos viviendo en paz.

La llegada del COVID destapó la Caja de Pandora. La gestión de la pandemia dejó al descubierto la incapacidad en todos los sentidos de los lideres políticos, particularmente europeos, dependientes y al servicio del presidente de turno de los EE.UU.
Fue un tiempo en que salió a la luz la forma corrupta de accionar en el denominado mundo libre y democrático.

Prácticamente todos los gobiernos estuvieron sacudidos con algún tema de corrupción. Sea porque el tema de las vacunas fue un negocio escandaloso, porque fueron los políticos los primeros en vacunarse, o porque se descubrió algún negocio con algún bien relacionado con la pandemia, como las mascarillas, los sistemas de aviso de la población con Apps que no sirvieron para nada o financiación de centros de detección del virus para producir informes de no estar contagiados.

Paralelamente quedó al descubierto el triste estado en el que se encuentra la sanidad pública por la falta de inversión y el incremento desmedido de los ingresos de las aseguradoras que ofrecían planes con grupo meta las personas mayores para tratamientos en centros de salud privados, a sabiendas que nunca cumplirían con lo ofertado porque para ello en la letra pequeña de las de las pólizas estaba todo previsto para no cumplir con las prestaciones.

La guerra en Ucrania opacó a la pandemia como por arte de magia. La prensa se centró en demonizar al enemigo de toda la vida de los EE.UU.: la Federación Rusa. Ya nadie reportó o estuvo preocupado sobre el escandaloso sobreprecio con el que la Sra. von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, adquirió las vacunas estadounidenses de Pfizer y Moderna, ni por la falta de aplicar las penalidades contractuales a la empresa Astra-Zeneca, por burlarse de la Unión Europea al no entregar los bienes pactados en el tiempo acordado o por el incontrolado incremento de la burocracia europea durante esa época.

En la actualidad si un gobierno de Europa no está enfrentando una crisis política -por corrupción o por ingobernabilidad-, está teniendo una crisis económica o social, o todas a la vez. Los políticos capean estos temporales blandiendo el poder que les otorgan los valores morales, como la lucha por la descarbonización y, por supuesto, la migración y la amenaza rusa. Así Alemania, hasta hace poco la locomotora económica de Europa, parece se ha quedado sin el combustible de la iniciativa y si aún se mueve es más bien por la inercia que le queda que por energía propia.

Por ahora, el canciller Friedrich Merz parece haber encontrado las causas del fenecimiento del modelo económico actual: la migración y la poca productividad debido a las cortas jornadas laborales. Con este certero diagnóstico la cura del enfermo es fácil: limitar o eliminar la migración y trabajar más, recortando días festivos, por ejemplo. Si no se cura el enfermo con estos remedios populistas, estos servirán de base para aplaudir su gestión entre los de su partido. Al pueblo actualmente le gustan los motivadores políticos y los cuenteros.

Lo cierto es que la crisis alemana responde a otro tipo de males que no se curan trabajando incluso el doble; por un lado, la industria alemana vivió durante décadas de una energía muy barata producto del gas ruso que le permitió hasta darse el lujo de eliminar las centrales atómicas para la generación de electricidad y arroparse en el negocio de las renovables como la panacea del mundo feliz; y por otro lado, los últimos años creció una competencia muy dura a los productos alemanes proveniente de países de mayor productividad, con similar calidad y a menor costo. El mejor ejemplo son los carros o equipamiento de energías renovables de producción china.

Actualmente, el nuevo modelo económico para activar la locomotora y el tren europeo es rearmarse, para lo que se requiere mantener vivo el conflicto en Ucrania que justifique el incremento de 5% del PIB en el gasto militar de “defensa” frente a la “inminente amenaza rusa”. Esta “lógica militarista” lleva tiempo imponiéndose, ridiculizando cualquier opinión crítica con el belicismo por ingenua. Se trata en realidad de aumentar los ingresos del complejo industrial-militar de EE.UU. y de paso de algunas empresas de armamento europeo.

La posición europea en la cumbre de la NATO frente a Trump fue vergonzosa, de avasallamiento, de carencia total de iniciativa y de un mínimo de patriotismo o por lo menos amor propio. Es un error tener al frente de la locomotora alemana a un ex gerente de Blackrock*, se necesita un maquinista que entienda que su oficio es conducir la locomotora con seguridad, generando confianza y no afianzando conflictos bélicos. Merz definitivamente no es el adecuado para ese oficio. Así son los tiempos.

*(la corporación administradora de activos más grande e influyente en todo el mundo y coincidentemente del complejo industrial-militar mundial)



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