El antisemitismo y la erosión de los valores democráticos (parte 2)

Jun 27, 2025

Por Kurt Freund Ruf

El antisemitismo no es un fenómeno aislado; históricamente, ha sido un indicador temprano de colapso social. Cuando una sociedad comienza a tolerar el odio sistemático hacia un grupo específico —y más aún si ese grupo tiene una historia milenaria de persecución—, está señalando un deterioro profundo en su tejido ético. Ocurrió múltiples veces en Europa y finalmente derribó en el holocausto como vector muestra de una descomposición cívica.

Quizás la consecuencia más paradójica y grave es que muchas de estas expresiones radicales, tanto desde la izquierda extremista como del islamismo político, solo pueden existir gracias a las libertades garantizadas por las democracias occidentales. Estas ideologías no podrían prosperar en Irán, Arabia Saudita, China o Rusia, donde serían rápidamente reprimidas.

Sin embargo, en Occidente, estas fuerzas no solo existen, sino que se desarrollan y explotan las libertades civiles para debilitarlas desde dentro. Lo hacen promoviendo una visión del mundo que rechaza el pluralismo, niega el derecho de Israel a existir, y plantea que los valores democráticos como la libertad de expresión o la separación entre religión y Estado son meras herramientas de opresión colonial.

Si esta tendencia continúa, las democracias occidentales corren el riesgo de implosionar, no por un ataque externo, sino por una pérdida de convicción interna sobre sus propios principios. Este proceso recuerda el colapso de la República de Weimar, donde una sociedad democrática permitió que sus enemigos se organizaran legalmente hasta destruirla.

Nuestras sociedades occidentales, que en algún momento fueron modelo de pluralismo y convivencia, corren el riesgo de convertirse en espacios donde el odio se legitima en nombre del activismo y llevar a la auto demolición de nuestras frágiles democracias.

No se puede ignorar el contexto geopolítico en el que esta situación se desarrolla. Potencias autoritarias como Rusia y China tienen un interés estratégico en debilitar a Occidente. Lo hacen no solo a través de medios militares o económicos, sino que actualmente se desarrolla mediante guerra híbrida, promoviendo la desinformación, financiando grupos radicales, apoyando al narcotráfico para continuar amplificando las divisiones internas de las democracias.

Al apoyar o legitimar movimientos como ciertos sectores del “Free Palestine”, que tienen objetivos abiertamente antidemocráticos, estas potencias están logrando su objetivo: desestabilizar el orden liberal internacional y avanzar en sus propias agendas expansionistas sin necesidad de disparar un solo tiro.

Se vuelve necesaria una defensa activa y consciente de los valores democráticos. La situación actual exige más que declaraciones simbólicas o actos de condena. Requiere una acción activa, sostenida y estratégica de los países defensores de la cultura occidental que no solo involucre a gobiernos y líderes políticos, pero también a los ciudadanos, instituciones educativas y medios de comunicación. La defensa de los valores democráticos —pluralismo, libertad, justicia, convivencia— no puede darse por sentada. Debe ejercerse con coraje, incluso cuando implica confrontar narrativas populares o políticamente correctas.

El antisemitismo globalizado no es solo una amenaza para los judíos; es una señal de advertencia para todos. Porque donde se tolera el odio hacia un grupo, pronto se tolerará hacia otros. Y donde se permite que la mentira reemplace a la verdad, la democracia empieza a morir.



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