Los municipios activistas

Jun 25, 2025

Por Juan Esteban Guarderas

Juan Esteban Guarderas es abogado especializado en anticorrupción. Fundador de la Fundación Lucha Anticorrupción, entidad privada con el récord nacional de récord sancionados contra políticos y funcionarios. Fue abogado de la Comisión Anticorrupción, investigando y denunciando 39 casos. Es autor de los libros “La verdadera historia de Noé y el gran diluvio”, “(De) Construyendo un plan de (des) gobierno”, “Todas las pruebas del fraude. El ‘sistema electoral’ ecuatoriano.” Además, fue consejero del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social.

Luego de más de 10 años luchando contra la corrupción, he llegado a identificar lo que – para mi – es el germen de la crisis ética nacional.  La causa es esta: en el Ecuador el principal motor de movilidad social es el Estado. El otro gran motor son las bandas y el narcotráfico. En consecuencia, ¿qué hace una persona que nace en la pobreza si quiere sobresalir de manera rápida y sin esfuerzos? Se le plantean dos alternativas: la participación en grupos de delincuencia organizada y la corrupción en las instituciones públicas. Ergo, el crimen – en estas dos versiones – se dispara. Así se produce el desastre de la actual realidad nacional.

No obstante, está claro que la corrupción es la opción “adecuada” para quienes tengan un poco menos de sociopatías. No hay que lidiar con balas muertes, sangre, drogas, prostitución… bueno, al menos no en la misma medida.

Así, las instituciones públicas son un botín al que las personas pretenden con desesperación y atolondramiento. Es la única vía para que personas – sin méritos, ni recorrido, sin estudios, y que no tuvieran ninguna oportunidad en el sector privado – se enriquezcan y vivan las vidas opulentas que siempre soñaron. De esta manera, las peleas electorales son descarnadas. La desesperación empuja a que se cometa todo tipo de trampas.

El resultado es una democracia totalmente rota. Quienes pretenden los cargos actuarán sin dignidad y con total descaro, estarán dispuestos a todo. Entonces, el objetivo de la democracia – la construcción de un proyecto de vida en común entre extraños – se vuelve imposible con este tipo de contienda electoral.

Es así como terminamos con los famosos municipios activistas. Se trata de instituciones donde el alcalde y los concejales tienen una prioridad distinta que la de la promoción del bienestar de los ciudadanos de su circunscripción. Su verdadero objetivo, ayudar a que sus panas también ganen elecciones y alcancen el santo grial (de apoderarse de nuevas instituciones públicas). En estas entidades los impuestos de los ciudadanos no financian la planificación de la ciudad, sino el tiempo de campañeros a favor de candidaturas específicas. Los proyectos desarrollados no son los que las ciudades necesitan, sino aquellos que les darán más votos. Las fiestas se intensifican y se intenta comprar las simpatías de la gente con pan y circo, con reggaeton y espectáculos.

El territorio nacional entero estará poseído por autoridades que buscan trepar a sus compinches a las cimas de las instituciones públicas. Y, la presión política para que se dejen impunes las trampas será enorme. De hecho, en este escenario lo más probable es que las autoridades electorales – a propósito – no persigan ni castiguen las ilegalidades cometidas.



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