Cuando Pía Salazar empezó su camino en la pastelería hace más de una década, no imaginaba que su cocina, basada en ingredientes locales y memoria ancestral, terminaría rompiendo esquemas y recibiendo reconocimientos internacionales. Y sin embargo, aquí está: la lista La Liste acaba de incluir a su pastelería entre los mejores nuevos establecimientos del mundo.
“Nosotros nunca buscamos premios. Buscamos mostrar al mundo lo que tiene nuestro país”, dijo Salazar en entrevista con Ecuavisa. Su visión ha sido clara desde el inicio: cocinar con corazón, con identidad, y con profundo respeto por el producto local.
La propuesta de Salazar se basa en ingredientes ecuatorianos poco conocidos, muchos de ellos de temporada, con fuerte énfasis en vegetales, frutas y productos andinos como la mashua o la oca. Su creatividad ha logrado que sabores tradicionalmente considerados “simples” en el país se transformen en verdaderas joyas de alta cocina.
Para Salazar, reinventar no significa borrar lo anterior. “La tradición no se toca”, insiste. Su trabajo se basa en respetar lo que ya existe, pero también en elevarlo, darle otra lectura. “La cocina evoluciona, pero no puede perder su raíz”.
A diferencia de quienes buscan replicar fórmulas extranjeras, ella decidió mirar hacia dentro: recorrer el país, conocer a quienes cultivan, entender la tierra. Esa conexión, dice, es lo que da fuerza a su cocina y la ha llevado a representar a Ecuador en escenarios internacionales.
Cocinar con emoción, no solo con técnica
Más allá de la precisión que requiere la pastelería, Pía habla de emoción, de narrativa, de arte. “La cocina entra por los ojos, pero también debe contar una historia”, asegura. Cada postre suyo es un ejercicio de prueba, error y corazón.
La estética no es un accesorio, sino parte del mensaje. “Los cocineros somos artistas”, sentencia. Y en su caso, esa afirmación no suena exagerada. Su trabajo ya no solo habla de sabores: habla de identidad, territorio y orgullo nacional.
Pía no está sola. Forma parte de un fenómeno que está poniendo a Latinoamérica —y a Ecuador en particular— en el mapa de la alta cocina mundial. “Se está formando un movimiento regional. Es hora de unirnos para crear identidad mediante la gastronomía”, enfatiza.
Junto a su compañero Alejandro Chamorro, con quien también comparte el restaurante Nuema, lleva más de 11 años apostando por una cocina que cree profundamente en el valor de lo propio. Y los resultados están a la vista.
“Sabemos que no tenemos nada que envidiar a ningún país”, afirma. Sus premios no solo la reconocen a ella: son una puerta abierta para el Ecuador gastronómico que busca hacerse escuchar.
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