Antes de 1979 Israel e Irán eran aliados estratégicos, pero tras la revolución religiosa en el segundo país, se tomaron el poder los fundamentalistas islámicos al mando del Ayatolla Jomeini. Ellos rompieron relaciones y no reconocieron la existencia del Estado judío de Israel y juraron borrarle del mapa como parte de la declarada guerra santa contra el mundo Occidental.
El Estado islámico de Irán, como política exterior, ha venido apoyando militarmente y económicamente a los grupos terrorista como Hamas, que opera en Palestina y en la franja de Gaza. Además, a las milicias de Hesbolá que operan al sur del Líbano y a los Huties de Yemen, que son grupos hostiles con Israel y que atacan a las poblaciones del Estado judío.
El programa nuclear de Irán y los acuerdos internacionales han sido temas de debate y tensión global. El Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC), firmado en 2015, buscaba limitar el programa nuclear iraní a cambio del levantamiento de sanciones económicas. Sin embargo, Estados Unidos se retiró del acuerdo en 2018 y restableció sanciones, mientras que Irán empezó a incumplir los acuerdo y compromisos.
Pese a las sanciones, Irán ha venido desarrollando su programa nuclear aparentemente con fines pacíficos, pero cada vez es más evidente que su intención solapada, es construir armas nucleares. Por ello, ha sido observado ya por los EE.UU. e incluso el presidente Trump le puso un plazo de 70 días para cumplir con el PAIC, al igual que la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA). En una inspección que hizo a la planta de uranio en Nathanz determinó que se había llegado a un 83.7 % de enriquecimiento de ese mineral y por tanto estaban a menos del 3% del umbral que permitiría fabricar armas nucleares en un corto plazo. Esto es un serio riesgo la estabilidad regional en el medio Oriente.
En cambio, Israel es la única potencia nuclear no declarada de la región, que dispone de armas nucleares como parte de su política de disuasión, pero tampoco lo dice abiertamente.
Ante este panorama era inminente que se desarrollara un conflicto entre estos países, porque desde la geopolítica Israel e Irán compiten por la hegemonía regional.
Irán quiere ser el centro del poder chiita, antisemita y antioccidental del mundo islámico. Mientras que el Estado judío quiere mantener la superioridad tecnológica, militar y disuasiva. Así las dos naciones se miran como obstáculos en Medio Oriente, y el programa nuclear es solo una pieza de este ajedrez geopolítico.
Otros aspectos claves con los que se explican este conflicto tienen relación con la situación interna de las dos naciones y las relaciones políticas y comerciales.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, atraviesa por una crisis política interna, por lo que un conflicto externo podría sumar apoyos y unificación por el patriotismo y nacionalismo semita ante la amenaza a su seguridad y existencia. La República de Irán también vive protestas sociales y tensiones internas por la dureza del fundamentalismo islámico, especialmente por los derechos de las mujeres.
Por eso es de vital importancia reaccionar y dar una respuesta militar contundente a Israel, porque si logra neutralizar con éxito este ataque, fortalecerá al régimen chiita.
EE.UU. enfrenta tensiones internas, especialmente por la política migratoria y deportaciones del presidente Donald Trump y su fallido intento de lograr la paz entre Rusia y Ucrania. Una intervención en este conflicto, con el objetivo de eliminar la amenaza nuclear de Irán, fortalecería su política exterior y minimizaría la problemática social interna.
Además, los precios del petróleo y gas natural seguirán al alza por el temor de un bloque del estrecho de Ormuz, por donde pasa cerca del 30% del petróleo del mundo, así como las rutas del comercio internacional.
China y Rusia son observadores sin mover sus fichas geopolíticas, el uno se encuentra en guerra y el otro se beneficia del petróleo iraní. Esta guerra no solo es entre dos países, sino que mueve el tablero geopolítico del poder global.
Por lo que se visualiza, una guerra larga y asimétrica con ataques quirúrgicos con medios aéreos, misiles y drones hacia objetivos militares por parte de Israel con el objetivo de reducir y degradar las capacidades militares y nucleares de Irán, mientras que la república islámica seguirá atacando objetivos militares y civiles en las principales ciudades israelíes, con una estrategia de desgaste por ambas partes, ya que al no compartir fronteras no podrían ejecutar operaciones terrestres a sus territorios, por lo que la tensión nuclear ha cruzado un umbral simbólico y muy peligroso para el mundo.
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