El antisemitismo y la erosión de los valores democráticos (parte 1) 

Jun 20, 2025

Por Kurt Freund Ruf

Como todos saben, el Estado de Israel está en conflicto bélico con Irán y no se sabe por qué tiempo se prolongue, pero tratando de algo más permanente tenemos que traer a memoria este tema. En los recientes meses, el mundo ha sido testigo de un alarmante aumento de actos antisemitas en diversas partes del planeta, desde Washington D. C. y Boulder, Colorado, hasta París, Montreal, Chile, Australia e Israel. Este fenómeno no puede entenderse de forma aislada, ni se puede justificar apelando únicamente al conflicto en Medio Oriente. Se trata de una manifestación global, ideológica y organizada, que amenaza no solo a las comunidades judías, sino también a los valores fundamentales de occidente.

Uno de los casos más inquietantes fue el reciente ataque terrorista en Boulder, dirigido contra judíos que caminaban pacíficamente para crear conciencia sobre los rehenes —vivos y muertos— que continúan en manos de Hamás en Gaza. Este atentado no es un hecho aislado, sino parte de una tendencia creciente que combina odio religioso, manipulación mediática y una peligrosa alianza ideológica entre sectores de la extrema izquierda y los movimientos islámico fundamentalista.

Lo más grave aún es la transformación de departamentos universitarios de Humanidades y Ciencias Sociales en centros de adoctrinamiento ideológico. Muchos de sus miembros se alinean con una visión radical que, en décadas pasadas, se habría identificado con el estalinismo o el maoísmo. Hoy, esa ideología se esconde tras el disfraz del “progresismo” y logra infiltrarse en los discursos de justicia social, conquistando el apoyo de jóvenes bienintencionados pero desinformados. Este fenómeno ha dado lugar a una peligrosa alianza de conveniencia entre la izquierda radical y el islamismo político, y en la región por el narco socialismo siglo XXI.

Esta convergencia ideológica no existe ni es tolerada en sistemas autoritarios como los de China o Rusia, donde no hay espacio para la disidencia religiosa o política. Paradójicamente, es en las democracias liberales —precisamente aquellas que garantizan derechos y libertades— donde se tolera e incluso se promueve un discurso que busca su desmantelamiento desde dentro. El movimiento “Palestina Libre”, cuando se presenta como un sinónimo del rechazo total a la existencia del Estado de Israel y de la glorificación del terrorismo, se convierte en un vehículo de propaganda autoritaria.

El avance global del antisemitismo y sus consecuencias para las democracias occidentales utiliza la desinformación como herramienta de guerra cultural, donde una de las consecuencias más inmediatas y peligrosas de esta situación es la erosión de la verdad en el discurso público. La propagación deliberada de desinformación por parte de actores como Hamás —por ejemplo, sobre hambrunas o ataques falsos del ejército israelí— ha encontrado eco en medios de comunicación y plataformas académicas que, por ideología o por negligencia, reproducen versiones no verificadas, generalmente falsas.  Similares métodos son empleados por los demagogos populistas de nuestros países.

Esta distorsión sistemática de la realidad degrada la confianza pública en los medios, divide a la sociedad y alimenta la radicalización. Si los ciudadanos ya no pueden confiar en fuentes de información tradicional, recurrirán a narrativas polarizadas y conspirativas, debilitando el terreno común necesario para sostener una democracia funcional.

Otra consecuencia preocupante es la transformación de muchos espacios universitarios en bastiones de pensamiento radical. El discurso progresista ha sido, en algunos casos, secuestrado por ideologías extremas que justifican el terrorismo como forma legítima de “resistencia” y presentan a Israel así como al neoliberalismo como el epítome del mal occidental aprovechando el bajo nivel académico y la falta de análisis crítico en las bases sociales.

Esto implica una pérdida del pensamiento crítico en favor de una narrativa binaria y simplista, donde todo lo occidental se asocia con opresión y todo lo que se le opone, con justicia. Si los futuros líderes intelectuales, políticos y sociales de Occidente se forman en ambientes donde la violencia es romantizada y el antisemitismo es tolerado bajo el disfraz de anti sionismo, y anticapitalismo, el riesgo para la cohesión social y la estabilidad democrática es inmenso.



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